Capítulo 2

70 10 24
                                    

Rafa: —Viscosos —sus dientes trituraron el pedazo de carne recién salido del asador, y segundos después una expresión de satisfacción apareció en sus labios—, ¡pero sabrosos! —pinchó otro bocado más para repetir el proceso y ver la misma expresión en su rostro una vez más.

Dakota: —Como les comentaba —lamió sus dedos—. Acá la carne siempre será un patrimonio, porque lo agradable que es la hace tan sagrada.

Juana: —Nos esforzamos en conseguir esto —robó una molleja de la bandeja que se encontraba en medio de la mesa—. Espero que lo disfruten —dijo con sus labios elevados en una sonrisa.

Rafa: —¡Por supuesto! —farfulló con la boca llena—. Tienen que organizar más de estos almuerzos juntos —le apuntó con su tenedor al hermano y fue inevitable que no lo salpique con el jugo de la carne—, son increíbles —volvió su mirada al plato.

Eran las 2 de la tarde aproximadamente. Recuerda haber visto un pequeño reloj en la cabaña que le había tocado. Por cierto, no pudo pegar el ojo en toda la noche, no era por ser mala con sus compañeras de piso, pero Lucía tenía una motocicleta atorada en el medio de su garganta y nariz. Jamás pensó que la rubia fuera capaz de soltar semejantes ruidos dentro de ella. Suponía que aquello era una primera impresión de la apariencia de la fémina. Se preguntaba si Rafael había logrado escuchar esos ronquidos alguna vez, o quizás ayer, ya que aseguraba que se pudieron haber escuchado desde el océano ártico.

Ahora cargaba unas oscuras bolsas bajo sus ojos de las cuales Nicolás no pasó desapercibido, y claro está que Jason se encontraba a cinco asientos de ella y tenía a su exnovio haciéndole de escolta.

Parecía que era una asesina en serie.

Aunque se sentía bien, y bastante.

Nico: —¿Eso quiere decir que en términos de comidas se manejan bastante bien? —indagó, y la mirada del anciano se fijó en él—. Nosotros traemos un par de bolsas con poca comida dentro de ella, pero sobre todo medicamentos.

Rawson: —No tan bien como parece —dejó tenedor y cuchillo de lados para ponerse en una posición firme y seria—; cada vez se nos dificulta más subir ahí arriba —apuntó a la punta de la montaña, claramente refiriéndose a ella en general—, donde suelen estar los animales que traemos para alimentarnos. Pero de a poco fuimos trayendo menos y menos con el tiempo —su pequeño hijo se acercó a él y susurró a su oído, Nicolás no logró oír a la perfección, pero si oyó la palabra «confiar», por lo que supuso que no confiaba lo suficiente en ellos como para contarles su historia—. Y acá nos encontramos hoy en día —ignoró la preocupación de su primogénito—, preocupados por miedo a quedarnos sin alimento y sufrir por ello.

Nico: —¿Y no tienen algún otro plan? —inquirió—, quizá ir a tiendas cercanas o al centro que está cerca de acá —recordó haber visto una señalización que indicaba que el centro de Carlos Paz se encontraba a pocas cuadras de ellos.

Aunque después vio como la cabeza del mayor se movió de un lado para otro en profunda negación.

Dakota: —Créeme —interrumpió llamando la atención de todos en la mesa—, ya intenté convencerlo de eso, y te aseguro que no funcionará.

Rawson le dio una palmada en la nuca para que se ubique. Y después, procedió a hablar:

Rawson: —Son peligrosos aquellos lugares —y pareciese que Dakota escuchó aquel discurso cientos de veces por la manera en la que resopló y se estiró en su asiento, mostrando profundo desinterés en las palabras de su padre—, son el epicentro de los comienzos de pandemia, no quiero imaginar lo infestado que estará. Además de lo vacío que se encuentra, fueron los primeros lugares en ser saqueados —explicó.

Day Z T6 Sin Mirar AtrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora