Las montañas apenas podían notarse atrás de las nubes. Guau, estaba muy cerca de estas. Se encontraban muy arriba, casi llegando a la punta de las colinas. El arduo trabajo dio sus frutos, ahora se encontraba contemplando la noche estrellada, tirada en el suave césped. Cuando arribaron al lugar no pudo evitar girarse y adorar al pequeño jardincito que tenían en la entrada. Era maravilloso, el pasto lucía tan limpio y agradable. ¿Y cómo se sentía? Puf, eso daba para más, para mucho más.
Estaba atiborrada de problemas. No quería enterarse de ninguno más, simplemente quería recostarse de espaldas en la hierba y quedarse respirando aire puro, aire de montañeros. Estaba dudando en si debía ir o no a la punta más alta de la montaña; si era honesta, jamás había visto cómo era el punto más alto de las sierras cordobesas. Por lo que sería muy peligroso hacer de turista, ya que podría resultar perdida para siempre, y no había profesionales o tecnología que la resguardaran.
Su melena oscura voló por todos lados, una fuerte ventisca la había azotado. Otro punto del que estar agradecida.
Con dificultad removió los pequeños pelos de su rostro. Pasaron quince minutos desde que salió de la cabaña, lugar en el que hubo una pequeña charla con los que parecían ser los dueños de estas tierras: cuatro cabañas enfiladas, aspecto rústico y con una cantidad considerable de actividades en el exterior. Alrededor de ellas había más cabañas, pero estas parecían estar abandonadas, y eso lo supuso por el aspecto tan descuidado que tenían; el adecuado ambiente que traía la familia los hacía sentir muy cómodos. Sobre todo el hombre mayor que parecía tener los modales bien puestos.
Los menores a él, al parecer, sí tenían la misma edad que ellos: dieciocho. Bueno, por lo menos el varón. La jovencita tenía diecisiete.
El tal Dakota tenía una apariencia un tanto llamativa, un peinado que Roma pensó que había pasado de moda: consistía en unas pequeñas puntas en el centro de su cabeza que se elevaban al cielo, pero que, la verdad, le quedaban bastante bien, y más porque combinaba con su estilo de vestir; uno gótico
Mientras que Juana se guiaba por una apariencia un tanto más reservada: su cabello llegaba a los hombros, muy corto. Sus prendas eran de color blanco, el mismo color tenía para sus anteojos. Y no pudo dejar pasar que, al igual que Rose, tenía rasgos asiáticos. Quizá los heredó de su madre, porque su padre y hermano no tenían ni una pizca de ellos.
Y Rawson —aprendió de mala manera que no debe llamarlo por su nombre— prefería optar por un estilo clásico, muy habitual de su época: un suéter acompañado de unos zapatos que eran sinónimos de elegancia. Y su bastón que lo ayudaba a movilizarse, contaba con algunos clavos alrededor de él. Mierda, ese tipo sabrá defenderse como nadie.
Pasaron todo aquel tiempo discutiendo acerca de quiénes son cada uno. Y por supuesto que no se pudo evitar ciertos roces que, por unos momentos, se pensó que las balas empezarían a tomar presencia. Aunque siempre estaba allí Rawson para calmar las aguas con su parla convincente; como había dicho el hombre mayor, las tierras eran suyas, y por esa zona no habitaba nadie más, lo que la convertía en un tanto privilegiada. Bueno, como se suele decir: «Libre de mordedores. Libre de peligro».
Habían llegado al acuerdo de que les dejarían quedarse ahí, y el más emocionado por eso, aunque suene raro, era el anciano, quien ansioso les enseñó el interior de las cuatro cabañas en las que vivirían. Muy bonitas la verdad, estar adentro de esas cuatro paredes te hacía olvidar el desastre en que se transformó el mundo, como lo hacía Monte Hermoso.
Solo quería que funcionara esta vez, solo quería eso.
Nico: —¿Te gusta lo que ves? —sonriente apareció a su lado, recostado y chocando hombro con hombro—. Ahora más porque estoy yo acá —rio con arrogancia.
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Day Z T6 Sin Mirar Atrás
Science FictionCon el objetivo cumplido de haber llegado a Carlos Paz, Nicolás y su gente deberán adaptarse a la nueva vida junto a los desconocidos. Mientras que la tensa relación entre algunos integrantes se desarrolla, una revelación impactante hace que el líd...