13 de noviembre de 2019.
Qué tal, hoja amarillenta que de a poco se desgasta:
Tengo muchos sentimientos guardados, como siempre vengo a contarte a vos cuando me encierro en mi cuarto y prendo la tenue lámpara de mi mesita de luz. Apenas puedo ver las hojas, pero es ese mínimo detalle que despierta una inspiración extraña en mí y desata mi verdadera esencia.
Con una grabadora a mi lado y auriculares puestos en mis orejas, escuchando el rock antiguo de mi padre con lapicera de color negra en mano, ante vos me vengo a confesar como todas las noches. Es raro, ¿sabes? Yo no era fanática del rock, y menos del nacional, pero el simple hecho de que el mundo se haya desconectado de todo lo tecnológico y haya olvidado sus logros y la vida que solía llevar, me obligó a tener que adaptarme a nuevos gustos.
Los humanos somos los seres con mayor adaptación; cuando nos cuesta un poco, es porque sabemos que no hay necesidad de adaptación, pero cuando sabemos que no hay opción, no dudamos en adaptarnos y mejorar los ángulos de nuestra vida tan solo por seguir contando nuestra historia. Y aquí yo la cuento, para dejar marcados e inmortalizados mis pensamientos en este globo terráqueo.
Por más que el papel se moje, queme o rompa, mis pensamientos ya habrán pisado la tierra. Mi mancha no será borrada por más que se desee. Ya viví. Ya marqué mi historia. Nadie puede ser digno de borrarme de la existencia.
Luego de una introducción melancólica y alentadora, como siempre suelo hacer, tomé coraje para hablar de mi día:
Trabajo y más trabajo. Papá nos tiene jalando de las orejas para que cumplamos con todas las tareas. Según él, el invierno está más cerca de lo que pensamos y tenemos que apresurar los cultivos en las casas vecinas para poder sobrevivir, por lo previsto, muchos meses. Venimos trabajando demasiado, nunca hay descanso y ninguna motivación extra, excepto alguna que otra escapada que nuestro papá nos permite, eso sí, él siempre con nosotros. Aunque ni siquiera nos permite ir al centro. Él dice que el lugar es un peligro, que no debemos ir.
Nunca nos dejará. Tenemos que aceptarlo, como él suele decir.
O, mejor dicho, aceptar que es para nuestro bien.
Tendré que ver si la tinta no se pasó al otro lado de la hoja por lo fuerte que apreté y remarqué.
Nop, no atravesó. Podemos continuar, querido diario.
Dejando a un lado la típica mañana "trabajadora" que papá siempre nos obliga a cumplir, te contaré algo que ocurrió, pero lo haré bien, desde el principio, no quiero dejar atrás ningún detalle.
Como dice sobre la tapa del diario: «aquí se escribe la historia, detallada, de cada ser humano. Sepa darle el uso adecuado».
Era tarde, luego de la jornada laboral, y con Dako andábamos merendando, como siempre, y discutiendo de la agotante pero cotidiana actitud de nuestro viejito. Lo amamos, siempre lo haremos, pero sus medidas tienen que reducirse porque no somos maquinaria de industria.
Somos humanos, tenemos deseos y necesidades.
A lo que iba, escuchamos un ruido extraño afuera, parecido a movimiento y a la vez gruñidos, aunque no estábamos seguros. No nos arriesgamos, tomamos el armamento y fuimos a investigar. A simple vista no podíamos creerlo: eran otras personas, humanos al igual que nosotros. Parecerá insignificante, diario, pero nos quedamos mirando como tontos a los de nuestra misma especie. No vimos a ningún otro humano ajeno a nuestra familia desde hace tiempo. Carlos Paz está vacío, lo que lo hace muy seguro, pero a la vez un poco aburrido.
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Day Z T6 Sin Mirar Atrás
Science FictionCon el objetivo cumplido de haber llegado a Carlos Paz, Nicolás y su gente deberán adaptarse a la nueva vida junto a los desconocidos. Mientras que la tensa relación entre algunos integrantes se desarrolla, una revelación impactante hace que el líd...