Capítulo 7

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Rose: —¿Se rebelará por la mañana?

Nico: —Dentro de unas horas.

Rose: —Eso es impresionante.

Nico: —Demasiado —asintió.

La imagen que tenía frente a él lo era todo. Podía tranquilamente morir y decir que vio una de las siete maravillas del mundo, o todas juntas en una sola.

Rose estaba reclinada sobre su pecho, usando una mano de base para su cabeza y sostener la mirada con él. Los ojos chocaban y se transmitían los sentimientos sin necesidad de palabras de por medio. Estaban acostumbrados a eso, les gustaba demasiado: quedarse mirando al otro en silencio. Podía parecer un poco raro si no fuesen pareja, pero ellos solo reían de tan solo pensar que ambos tenían pensamientos morbosos.

Rose: —Es increíble que la hayas convencido de ser toda una rebelde —sonrió, enredando parte de la camisa de su novio con su dedo índice—. Sabes que si su padre se entera te va a matar y te va a tirar a la parrilla, ¿cierto?

Nico: —Solamente dije lo que cualquiera hubiera dicho. Yo no fui con intenciones de convencerla, ella me buscó a mí y mis palabras lo hicieron. La intención jamás estuvo.

Rose: —Decíselo a un viejo repleto de canas que va a tener que dejar ir a su hija con nosotros. Sería como su primera cita.

Nico: —Bueno, puede que tengas razón —rio, quitando un cabello rebelde de su rostro.

El pelo de su novia por la mañana era un desastre. En realidad el de todas las personas lo eran, pero ella sobrepasaba el límite, lo que le gustaba mucho, ya que era como ver a una pequeña que recién se levantaba de una siesta de 12 horas.

Rose hace un vago intento de cubrirse con una almohada al notar la intensa mirada de Nicolás.

Rose: —¡No me mires! —gruñó bajo la funda que contenía algodón—. Estoy horrible —masculló.

Nico: —Decís eso para que me convierta en el meloso que diga no, que te ves linda.

Rose: —¿Y no lo soy? —resurgió con una sonrisa y a la vez una mueca de disconformidad.

Nico: —Quizás sí, quizás no —lo primero que sintió fue una fuerte presión en su pecho y lo segundo una almohada estrellándose en su nariz. ¿Qué carajos tenía esa cosa?, dolió como la madre.

La chica estaba con una fingida cólera azotándole una y otra vez el cúmulo de algodón en el rostro y luego en sus extremidades. No tardó mucho en que un par de carcajadas por parte de ellos comiencen a hacer presencia, inundando la habitación de alegría.

Rose desprendió una última risa boba y dejó de maltratar a su novio. Volvió a recaer sobre su pecho y su mirada se intensificó.

Nico: —¿Qué? —preguntó intimidado por la mirada de la fémina. No importa cuántas veces lo repitiera, siempre admitiría que su mirada tiene algo especial, y dudaba que sea el color de sus ojos, ya que estos eran color cacao, como los de él, aunque sí es cierto que tenían un tinte de verde en ellos.

Rose: —¿Sabes lo que anduve pensando el anterior día? —Nico hizo un gesto, cediéndole la palabra—. En una hamburguesa del Mcdonald's —la lengua hizo un corto viaje por el labio superior para mermar el delirio de comida que le estaba agarrando—. Siempre tuve ganas de una. Es más, iba a ir antes de que la pandemia se diese a conocer —gruñó al recordar cómo el suceso atrofió su cena—. Maldita enfermedad.

Nico: —¿Y pensaste en la Big Mac?

Rose: —¿Big Mac...? —la lamparita de su cabeza se encendió—. ¡Oh! —abrió tanto sus ojos como su boca—, no recordaba esa preciosura. Dios, qué ganas de una —dejó caer pesadamente la cabeza en su antebrazo al sucumbir a los tentadores pensamientos.

Day Z T6 Sin Mirar AtrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora