Capítulo 11

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Nico: —Oh, por dios, deja de hacer eso —rio con fingido desinterés. No podía tomarse en serio las cosas con ellas dos.

No duraron ni un minuto en lo que tendría que haber sido una misión seria. Sus comportamientos debían ser formales y adecuados a la situación, pero era todo lo contrario. Apenas avistaron un local de comida rápida, más bien, un patio de comida con docenas de locales, Juana y Rose corrieron como niñas pequeñas —saltitos incluidos— a saquear las heladeras con misión de sucumbir al hambre y, de una vez por todas, saciar ese deseo de volver a comer como antes.

No dudaron y empezaron a añadirle cualquier ingrediente al pan, no importa si lo que tuvieran en frente no se les haga conocido, para ellas era una comida más que tendrá destino en su estómago. Una vez su almuerzo preparado, corrieron hacia los frigoríficos para encontrarse y sorprenderse por la existencia de algunas gaseosas; Coca Cola, y aquel envase con contenido gaseoso fue lo único que logró tentar a Nicolás. Y allí estaban ellos, sentados en una mesa, rodeados de muchas y con las dos mujeres arrasando con todo.

Rose molestaba a Nicolás a cada rato, jugueteando con la comida; Juana le seguía la pista de lo hilarante que era para ella aquel espectáculo.

Nico: —Son unas bebés —se sobó la sien.

Rose: —Bien que aceptaste venir hacia acá.

Nico: —Ni me dieron la oportunidad de elegir —las carcajadas estallan en ellas, interrumpiéndolo—. Aunque sea apresúrense, tenemos trabajo por hacer y ni siquiera encontramos una lata —miró para todos lados, dándoles a entender que era acertado lo que estaba diciendo y que necesitaban desembriagarse de la estupidez para lograr por lo que realmente habían viajado.

Juana: —Solo nos tardaremos un poco más —intentó contenerse la risa al tomarle el pelo por vigésima vez en el día. Rose le susurró al oído que siga el juego para romper los nervios de Nicolás, y lo estaban logrando, bastaba con ver al chico tomar grandes bocanadas de aire y beber de su refresco muy lentamente.

Aunque, en realidad, otro sentimiento opacaba dentro de él: confort. Ver a Juana con una sonrisa dibujada en el rostro y oír como ríe hasta más no poder, le da la sensación de sentirse glorificado. Había pasado de clamarle para convencer a su padre de ir con ellos a ya estar con ellos en la travesía de la que tanto quería formar parte. No iba a negar que se sentía uno de los conductores de televisión que solía cumplirle sueños a los televidentes.

Juana: —¿Querés? —extendió el sánguche, tanto que le tocó la mejilla y tuvo que alejarse para verlo con precisión—. No contiene nada tóxico, lo juro —elevó su meñique y luego le dio un beso en la punta.

Nico: —Si insistís —tomó el bocado; estaba ya casi devorado, faltaba una pequeña porción. Lo iba a comenzar a degustar, hasta que notó un rojo saliendo del pan y escurriéndose por los vegetales—. Tomate, queso y... —lo enseñó— ¿Catsup? —inquirió.

Juana: —Hace mucho que no comía esas cosas —se encogió de hombros—. Estoy justificada.

Nico: —Qué amable de tu parte querer convidarme, pero creo que paso esta vez —retornó el sánguche a las manos de su dueña, quien se relamió los labios cuando lo capturó. Nico no logró evitar las ganas de arrugar la nariz después de verla masticar eso.

Juana: —Te lo perdiste —agitó el último pedazo, presumiendo lo afortunada que era. Lo lanzó hacia arriba y celebró cuando lo atrapó con sus dientes.

Nico: —Vamos a tener que volver rápido a Villa Titina después de esa combinación estrepitosa que inventaste. Tu cuerpo lo expulsará de una manera no muy agradable —se mofó.

Day Z T6 Sin Mirar AtrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora