Capítulo 13

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Era preciosa.

Su novia lo era.

Rafael jamás se imaginó que tendría a una mujer tan bella a su lado en este instante, tomándole de la mano y caminando por un camino de tierra, rodeado de sierras que son dignas de ser retratadas y colgadas en un museo.

No podía estar más bendecido que en este momento. Tenía todo a sus pies.

Las cabañas, en las últimas horas, estuvieron bastante tranquilas, sobre todo a los alrededores. Podía asegurar que, desde que llegaron, jamás se alcanzó a oír algún grito o gruñido de los muertos, tampoco se alcanzó a avistar alguno. ¿Qué más podían pedir? Eran muy afortunados, debían darse cuenta de eso.

Rawson y su hijo mayor fueron a descansar y nunca más salieron de su vivienda; estaban temerosos de la única mujer en la familia, era entendible.

Roma y Peter desaparecieron al mediodía, Lucía le dijo que los vio tomar el camino que llevaba a las montañas. Seguramente quisieron alejarse de todo por unos segundos, más que nada Roma.

Y ahora, él junto a su novia, estaban dando una vuelta por el vecindario. Bueno, más bien estaban volviendo de darla, ya que estuvieron un total de dos horas caminando y, sin poder creerlo, no se toparon con ningún muerto, solo vieron a algunos distribuidos por la ruta, pero lejos. Se sentía igual de seguro que Monte Hermoso, solo que en este sitio no había militares que puedan auxiliarte, lo único en común era la falta de muertos vivientes merodeando.

Permitió darse el lujo de perderse en las facciones de su novia, su preciosa y única novia: el rostro de Lucía estaba opacado por una sonrisa que se extendía de oreja a oreja, mientras observaba para todos lados las montañas. Desde que salieron que no pudo despegar su vista de las sierras. Estaba maravillada. Jamás tuvo la oportunidad de verlas, y una vez que sí, debía disfrutarlo.

Lucía: —¿Qué miras? —Rafael no se dio cuenta de que su novia sintió la mirada sobre ella y se giró a preguntarle.

Rafa: —Te miro —contestó con simpleza. Y aunque la respuesta no haya sido la gran cosa, provocó un pequeño pero desapercibido rubor en las mejillas de la rubia—. ¿Has venido alguna vez a las montañas? —se atrevió a indagar más.

A decir verdad, muy pocas veces había tenido ese tipo de conversaciones con Lucía, recordando los viejos momentos o su antiguo estilo de vida. Más que nada ella no se atrevía a hablar de ello, y por supuesto que el no la presionaría para que lo hiciese, no sería ético.

Cada vez que nombraba algo relacionado al pasado, su novia repetía el mismo patrón, se llevaba la mano y acariciaba la cicatriz recta que se hospedaba en su frente, justo como lo hizo hace unos momentos después de escuchar su pregunta. Conocía el origen de esa cicatriz, aunque debido a la inseguridad de la chica para contar su pasado, dudaba de que todo sea veraz o de que algún detalle no sea tal como lo dice.

No buscaba manipularla para sacarle la verdad de un pasado que ella prefería olvidar; quería ayudarla a sobrellevarlo, a que ella sola no tenga que cargar con un posible trauma que la aterrorice cada que alguien menciona la vida que solían llevar.

Lucía: —He visitado casi todos los lugares de la costa Argentina, y no miento cuando digo eso —sacó su mano izquierda del bolsillo y la cerró en un puño para empezar a elevar los dedos mientras enumeraba los sitios—: Mar del Plata, Cariló, Pinamar, Valeria del Mar, Villa Gesell, Mar de Ajó y podría seguir hasta la eternidad.

Después de finalizar con el conteo y darse cuenta de que sumados los dedos del pie no le alcanzaría para nombrar todos los lugares, se giró hasta Rafael quien estaba asombrado de conocer todos los sitios turísticos a los que acudió en el verano.

Day Z T6 Sin Mirar AtrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora