Capítulo 20

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Sintió los jugos gástricos escalar a grandes velocidades por su garganta. Tuvo que darse un respiro para ir a parar al baño y descargar las consecuencias de las fatídicas noticias reveladas. Fue conmovedor y contundente. Aquellas palabras no se las quitaría más de la cabeza.

Volvió a expulsar el líquido verdoso de su boca, sintiendo como las paredes de la garganta se quemaban ante este. Juana no estaba preparada para tanta noticia. Es verdad que, en frente del doctor, quiso aparentar fortaleza y medición de sus propios sentimientos, pero nunca nadie le avisó que eso llevaría a un fatal destino, que es el inodoro frente a ella, completamente sucio y apestado.

Sabía que la humanidad, en su inmensa mayoría, no tenía reparo. Fueron devastadores con la naturaleza, aun cuando ella iniciaba su venganza preparada contra los seres impuros e inmundos que habitaron el planeta.

La consideración no existía en ellos. Eran unas bestias. Seres destinados a corroer la belleza y deformarla hasta ajustarla a sus gustos. Tal como ellos fueron creados: a imagen y semejanza de Dios.

Desalentador era el futuro que se aproximaba. La joven, muy angustiada en su nebulosa, constantemente se castigaba con los mismos miedos: ¿Será este mundo, ya corrompido por la muerte y hambruna que los cazaba, víctima, una vez más, de la creciente tiranía del humano?

A este punto sonaba más sano que los infectados ganasen la guerra y se apropiaran del planeta tierra. Sin lugar a dudas, era lo más conveniente. La naturaleza recuperará los terrenos que el ser viviente le robó y podrán convivir en paz, con nuevas especies que no amenazaran con un cataclismo global.

Por la vista periférica percibió como la puerta, lentamente, fue abierta y una cabeza chismosa se asomó por el borde.

Nico: —Vine para comprobar que no necesites mi ayuda —dijo cuando supo que se percató de su presencia.

Juana: —Estoy bien. Ya les dije.

Nico: —Acostumbras a sufrir de un significado distorsionado del "bien" —terminó por adentrarse en la habitación, seguido se hincó de rodillas frente a la joven para quedar a la misma estatura y anudarle el cabello con las manos, para sostenerlo en caso de que sintiera las ganas de vomitar—. Fue una sobrecarga de verdad para vos. No estás acostumbrada a eso.

Juana: —Un poco seco de tu parte, ¿no? —lo miró, graciosa, para que después el estómago le crujiera y obligara a expulsar más líquido del que ya hizo. Incluso ella misma se impresionaba de lo mucho que había vomitado. No comió tanto como para expulsar todo aquello. Eso sí, seguro necesitaría hacerlo una vez acabara porque se estaba quedando sin repuestos en el almacén de su barriga—. Aunque no mentís. Tenés razón, no estoy tan nivelada como vos para soportar esas... —al recordar brevemente todo lo dicho fue como si se le revolviera aún más el estómago—. Esas inhumanidades.

Nicolás asintió. Comprendió lo que pasaba. Antes de partir hacia el baño, en búsqueda de la integrante de los Rawson para comprobar su estado anímico, se llevó la impresión de que a Bird, la pequeñuela, no le afectó en absoluto las noticias. Y bien atenta estuvo durante la conversación. Recordaba haberle resaltado a Juana que era muy cotilla, que le gustaba estar al tanto de todo y hasta de lo que no le convenía. Pero ¿su rostro? Ni una pizca de asco, de confusión o de simplemente miedo. Cero. Su rostro era una lápida. La única emoción que detectó fue cuando salió de la cápsula, que su expresión era de satisfacción pura.

Posiblemente Zimmer se haya encargado de explicarle muy ameno esos detalles. Con claridad y lentitud. Pero por otro lado, el cual esperaba que no fuera así, cabía el escenario de que la niña se pasó toda su infancia oyendo hablar a los más mayores sobre aquellas cuestiones como tal.

Day Z T6 Sin Mirar AtrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora