Capítulo 22

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Se llevó el pico de la botella a los labios. Se los empapó de alcohol. Pasó los dedos para limpiarse las gotas restantes que rodeaban su piel embellecida por la tenue luz de la luna.

Así vivió las largas y hastiadas horas de la noche y la madrugada. Luego de la cena, cuando la mayoría se marchó al dormitorio a desmayarse del sueño, ella permaneció allí y aceptó con gentileza una cerveza que el viejo Rawson le ofreció. Primero lo hizo con Peter, que no sin antes disculparse tuvo que rechazar por una costumbre familiar de no beber alcohol; después fue Jason a quien se la dio, pero la devolvió tan rápido como la tuvo en manos, y fue Roma quien se ofreció para disfrutarla como se debía, pero Rawson no era ningún tonto y se la guardó, aunque a escondidas se la dio a Rose, quien ahora mismo se abanicaba en la silla de plástico, con la sudorienta botella fría de alcohol.

Solo quedaba medio contenido en la botella. Le vino tan bien haberse despejado de esa manera. Pareciera que el viejo Rawson ideó ese momento para ella, este ritual de relajación, y por supuesto, servido en bandeja y todo, la joven no pudo hacer oídos sordos ni darse la vuelta ante la prestigiosa bebida.

Nunca fue de apreciar el arte del alcohol y menos de tolerarlo, pese a que su familia era fiel fanática de esta práctica y hasta su abuela poseía una colección antigua de vinos nacionales. Pero cuando el mundo se tuerce en una miseria, un novio se encuentra a kilómetros, en otra provincia, y las emociones del grupo se disparan hacia todos los lados, uno no puede negarse a que un líquido los conduzca a un estado completo de olvido. Y sí, exageraba de tal manera los efectos del alcohol porque jamás había bebido, solo probado en pequeños y bien medidos sorbos; así que su futuro ahora mismo estaba en manos del destino y de la conducta que tendría alcoholizada. Sinceramente, en medio de una realidad albergada por muertos vivos, era muy riesgoso ser borracho, pero valía la pena probarlo para el recuerdo, ¿u olvido?

Buscaba cualquier cosa menos enorgullecerse de sí misma. Era bien sabido que si alguno de los miembros de su familia la atrapaba con una cerveza en mano, entera para ella sola, posiblemente le haría comer un regaño para la historia; y peor aún si Nico era el que la veía, ya que él no iba por esos tiros. Repudiaba el alcohol y la droga, todo aquello que etiquetaba como "veneno". Por supuesto que a la hora de defender su posición lo hacía con escudo y espada, es decir, unos argumentos bien planteados. Aunque de vez en cuando, y por más que duela al orgullo admitirlo, se ha dejado convencer para permitirse unos traguitos, desechando por completo la filosofía de vida que lo encauzaba para después volverla a alzar como una bandera.

Sí, un tanto hipócrita de su parte.

Nunca supo por qué se negaba siempre a beber. Sentía cómo los componentes de la cerveza comenzaban a relajarla, a soplar sus párpados con sutileza y sumergirla en un mundo paralelo al suyo. Le empezaba a picar el bicho del sueño y eso que hacía poco se enfiestó con la botella.

Maldito alcohol, ¿dónde has estado en los momentos más difíciles de mi vida?

Pero como era sabido, y mierda que era así, su lado culposo delató lo que estaba haciendo ahora mismo, haciéndola sentir mal por el qué dirán sus padres e incluso Nico, que seguro se dio la cabeza contra el volante y chocó a propósito contra un árbol al enterarse que su novia era una alcohólica sin freno; o, en ocasiones, se le venía al presente los efectos adversos que los profesionales remarcaban del alcohol en las personas sanas, así como ella.

"Búa, jódete, doble moral; haré lo que se me dé la gana y beberé hasta que vea el sol salir por la copa de aquel árbol", tapó las hojas del pino con el dedo e incluso perdió el equilibrio al esforzarse tanto por levantar el brazo. Genial, era todo tan divertido. Estar borracha y perder el conocimiento, que existen monstruos ahí afuera.

Day Z T6 Sin Mirar AtrásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora