Capítulo 14

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Emmelie

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Emmelie

Dos años antes

Un siete en tinta roja me saludaba desde mi escritorio mientras pestañeaba para intentar aceptar la realidad. ¿No era una pesadilla?

Alcé la vista para ver a Pauls hablando sobre los refuerzos y las lecciones de recuperación que se harían esa semana para las personas que no lograron aprobar.

Sinceramente, no sabía cómo reaccionar a esto. Jamás en mi vida había sacado menos de un diez en física, cálculo o ciencias. Bueno, en realidad sí lo había hecho, pero no me había pasado en mucho tiempo. Era cierto que la anterior semana había tenido problemas para concentrarme en lo que hacía. Quizá fuera la falta de sueño o yo qué sé.

—Cierra la boca, Emmelie, o les darás a las arañas un buen hogar —escuché que se burlaba Carlos a mi lado. Esa mañana había llegado un poco tarde y el único asiento libre estaba al fondo del salón, a su lado.

—¿Cuánto has sacado? —pregunté inmediatamente mientras humedecía mis labios secos. Su mirada se posó un segundo en mis labios y luego volvió a sonreír burlonamente.

—Eres buena en tu trabajo —levantó la hoja del examen de manera que pudiera ver el brillante y enorme diez plasmado en ella. Volví a mirar mi hoja y, de nuevo, la suya. Como si así el siete fuera a desaparecer.

—¿Cómo...? No puede... 

Me había quedado sin palabras. Quiero decir, yo era su tutora. Pasaba tardes enteras estudiando con él y explicándole cosas básicas, como fórmulas simples y ejercicios para aplicarlas. Y a la primera de cambio, había tenido menor puntaje. Se suponía que él estuviera en mi lugar. Pero no.

La campana sonó y todo el mundo empezó a salir de allí enseguida. Yo no fui la excepción.

—Oh, vamos. No te enfades —dijo Carlos cuando logró alcanzarme en el pasillo. Su voz era suplicante, pero al regresar a verle, seguía teniendo la sonrisa burlona. Sacudí mi cabeza, a veces Carlos me confundía—. Solo es un número en un papel.

Y he ahí el problema, para mí no era sólo un número. Sentía que había fracasado en lo que se me daba mejor, y había pocas cosas en las que era buena. Ya sabía que era solo una nota y que probablemente no influiría en mi media, pero ese simple numerito había mermado mi confianza en mis habilidades. Preguntas autodestructivas como: ¿Y si no soy tan buena como creo? O, ¿y si de verdad no puedo resolver problemas tan complicados?; habían aparecido en mi mente como ecos, resonaban como voces malignas y nunca paraban.

—No estoy enfadada —dije por fin. Al menos no estaba enfadada con él—. Me alegro que a uno de los dos le haya servido todo ese tiempo repasando.

El puso una mano en mi hombro, haciendo que me detuviera y alzó mi barbilla con un dedo.

—No hubiera podido hacerlo sin tu ayuda, Em —sonrió tiernamente y con lentitud su pulgar enmarcó mi mejilla en pequeños círculos. Cerré los ojos unos segundos, sintiendo que las voces malévolas en mi cabeza se silenciaron para disfrutar de la caricia.

Somos tú y yo | 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora