Capítulo 27

20 6 0
                                    

Emmelie

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Emmelie

Dos años antes

Vaya estrés con el que estaba cargando en ese momento.

¡Iba a conocer a la madre de Carlos!

Siempre me pareció muy raro nunca encontrarme con ella a pesar de pasar tanto tiempo con él en su casa. Algunas veces él me aclaró que ella había trabajado duro toda su vida y más cuando su esposo murió, pero aún así me extrañaba que hasta ahora la hubiese conocido.

Carlos me dijo que pasaría por mí a las siete y ya eran más de las seis. Y para que quede claro, yo seguía sin saber qué elegir para ponerme. ¡Era una emergencia y mamá ni Izzi estaban en casa para ayudarme!

¿Dónde estaban ellas cuando las necesitaba? ¿Acaso no sentían esa vibra extraña de que yo estaba en una crisis?

Dos golpes en la puerta de mi habitación evitaron que entrara en pánico y comenzara a arrancarme el cabello de la frustración. Y esa creciente frustración también me permitió romper la ley del hielo que todavía le aplicaba a mi hermano.

—¿Qué quieres, Evan? —dije abruptamente al abrir la puerta—. No estoy de humor para hablar contigo.

—Pues ya lo estás haciendo —replicó instantáneamente y yo sin pensarlo dos veces volví a intentar cerrarla, solo que él la sostuvo con su mano—. No, no lo hagas. Solo vine a tomar los audífonos que le presté a Izzi el otro día.

Lo miré escéptica.

—Tú nunca le has prestado nada a Izzi. Ni siquiera cuando éramos críos compartías tus juguetes.

—Las personas cambian, Emmi —respondió sin mucho drama.

—Sí, algunas para mal —resoplé con toda la intención.

—Vale, entendí la indirecta —suspiró—. Mira, de verdad siento mucho lo que te dije ese día. Al final resultó ser que tenías la razón y Gabriel es el mayor imbécil después de tu ex novio. ¿Me perdonas?

Su cara tenía ese toque de arrepentimiento sincero que le veía muy pocas veces.

—¿Por qué decidiste creerme?

—Porque eres mi hermana y nosotros siempre...

—¡Oh, no me vengas con cursilerías! —alcé las manos y las dejé caer en mi cintura—. Si hubiese sido por eso, jamás habrías desconfiado de mí desde un principio.

Él miró hacia otro lado antes de volver a mis ojos.

—Esta mañana vi como te acorralaba en el pasillo... Quise ir en tu ayuda, pero Carlos llegó primero.

Ver para creer.

Tan lejos había llegado su desconfianza por mí que tuvo que verlo con sus propios ojos para creerme.

Somos tú y yo | 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora