Capítulo 35

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Carlos

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Carlos

Presente

Estaba tan emocionado con lo que había logrado. Por fin sabía que rumbo tomaría mi proyecto para graduarme de la universidad. Había pasado meses intentando descubrir cómo hacer posible que la energía eléctrica no necesitara de cables para funcionar. El principio era bastante simple de comprender para mí, para otros posiblemente no tanto. Si lograba hacer que las personas lo entendieran como yo lo hacía, entonces estaba del otro lado.

Vaya, la energía eléctrica funcionando sin cables sería un avance increíble para nosotros y más si se aplicaba en grandes medidas como una ciudad entera. No obstante, todavía había mucho por hacer.

Iba de camino a la casa de mi hermano en el subterráneo, chequeando el móvil cada dos minutos para ver si tenía un mensaje nuevo de Emmelie. A pesar de mi alegría por haber probado que la energía eléctrica era posible sin cables, Emmelie no salía de mi mente en ningún momento. Ese día ella estaba en Houston, probablemente paseando por las instalaciones de la NASA.

Dios, hubiera querido ir con ella y ver su cara iluminarse cada vez que veía algo nuevo en ese lugar de ensueño para ella. Hubiera querido estar con ella simplemente. Pero no podía dejar a mi hermano y a Raquel solos después del infarto que le había dado a mi cuñada en Navidad. Si no me equivocaba era el cuarto.

Me daba una mala sensación todo esto. ¿Cómo es que pudo soportar cuatro ataques cardíacos? Ya no sabía si era su terquedad o sus ganas de vivir. Ojalá todo el mundo luchara por vivir y disfrutar tanto como ella intentaba hacer. Decir que la admiraba era poco.

Finalmente llegué a su apartamento. Pasé al guardia de la puerta con un saludo de la cabeza y me quité la gabardina que llevaba porque adentro del edificio hacía más calor. La nieve seguía cayendo afuera, por suerte no hubo más tormentas agresivas como la de Navidad por la que tuvieron que cerrar los aeropuertos.

Timbré dos veces para que mi hermano abriera la puerta, pero después de cinco minutos me rendí. Ese cabeza hueca no podía ignorarme como si nada pasara. Usé las llaves de repuesto que estaban debajo de la alfombra y entré sin esperar lo que iba a encontrar.

Sabía que este momento algún día llegaría, todos lo sabíamos, pero nadie estaba preparado para vivirlo. Encontré a mi hermano arrodillado en la cerámica blanca de la cocina con Raquel en sus brazos. Ella tenía los ojos cerrados y su pecho no se movía. Ella no respiraba. Las lágrimas resbalaban silenciosas por las mejillas de mi hermano.

Por mi parte, solo sentí una sensación increíblemente pesada en mi pecho mientras asimilaba lo que sucedía.

Quinto ataque cardíaco.

Y último.

Como en piloto automático, me acerqué el móvil a la oreja y llamé al 911. En realidad, no sabía qué se hacía en estos casos. Nunca había presenciado la muerte en persona, pero de algún modo, el recuerdo de mamá diciéndome que solo tenía que aplastar esos números cuando algo malo pasara, se abrió camino a mi mente.

Somos tú y yo | 2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora