Son las 18:00 horas del sábado. Tengo que decirle mi mentira a Dylan y no se como hacerlo. Llevo 1 hora con el celular en mano, lista para seguir el plan de Jane, pero cada vez que busco su contacto no me atrevo a pulsar el botón de llamada. En parte es porque mentir me va del carajo, y sobre todo, porque tengo miedo.
Temo que cuando vayamos a esa fiesta vea algo que me destroce por completo. No me gusta dar amor a medias. No sé cómo dividirme en dos y entregar solo una parte de mí. Tampoco me han enseñado que el amor sea algo que se tenga que dar en partes o a medias. O das todo, o mejor no des nada.
No me imagino lo que debe ser llevar el corazón roto o decepcionado, pero de eso último ya se han encargado un poco mis padres. Así que, si llego a ver algo que no quiero esta noche, solo llevaré el corazón roto por un tiempo. Y, supongo que lo peor será no poder calmar el dolor con algún medicamento ya que la medicina no ha llegado a ese punto. Será de mal gusto lo que diré, pero si quisiéramos, encontraríamos más rápido la cura al cáncer que al de un corazón roto.
También puede que no pase nada y que solo sea mi loca cabeza que se haga ideas demás (eso espero).
Unos toquecitos en la puerta principal me indican que Jane ya ha llegado. Le dije que se pase por casa a comer algo antes de irnos, pero sobre todo, la invité porque sabía que no podría hacerlo sola. Además me gusta la compañía, estar sola es algo que detesto mucho.
-No puedo hacerlo. - lo primero que digo mientras ella entra.
-Entregame el celular. No lo hagamos tan difícil. -le dejo mi celular a su disposición.
-¿Qué haces? ¿Lo llamarás ahora? - alargo mi cuello, como una tortuga que sale de su caparazón, para ver que hace.
-No, le mandaré un mensaje de texto. - dejo de tensarme un poco. - Si no te llama es porque no le interesa cómo estás. ¿Que clase de novio no llama o viene a ver cómo está su novia tras haber contraído un fuerte resfrío. - pone los ojos en blanco.
Al cabo de unos minutos, el timbre de mi celular suena por el mensaje de Dylan. Me aferro más al lado de Jane para ver qué fue lo que puso.
-Dice que al final no irá a la fiesta porque tiene que entrenar el domingo bien temprano. Tiene un partido importante y no quiere resfriarse también. -
Me quedo callada intentando pensar mejor esa respuesta.
-Es un idiota, te lo dije. - pone los ojos en blanco.
-¿Y ahora?
-Iremos igual, querida. ¿No me digas que tu te creíste esa mierda? - no respondo. -Diana, tienes serios problemas. Tienes que dejar de confiar tanto en las personas, no todos son amables y honestos como tú.
Tampoco respondo.
Después de estar varios minutos diciéndole a mi amiga que ir a esa fiesta es prácticamente innecesario y que yo si confío en las palabras de mi novio, decidimos pedir unas pizzas y algo de postre. Sé que no es lo más saludable, como futura médica debo tenerlo más que asegurado, pero no quiero pasar toda mi vida comiendo vegetales y verduras. Como siempre digo: No se trata de lo que uno come, sino de la cantidad. De todos modos no comí más que dos trozos de la que tiene ultra queso. No tengo tantas ganas de comer con la ansiedad que llevo encima.
Luego de comer, nos fuimos para mi habitación a arreglarnos. Jane y yo tenemos más o menos el mismo cuerpo, así que no me molesta prestarle algo de ropa. Ella opta por una pollera ajustada color negra que me regaló Dylan para mi cumpleaños anterior, y que solo me la he puesto una vez porque es super ajustada. Combinó la pollera con un top rojo vino con escote en forma de V y unos zapatos con plataforma mediana negros. Yo opté por un vestido blanco ajustado en en la parte del escote hasta la cintura y se va soltando hasta llegar a la mitad de mis muslos. Lo combiné con unas chatitas del mismo color. En el maquillaje no me produje tanto, solo máscara de pestañas y algo de brillo labial, al igual que Jane. Dejo mi castaño cabello suelto llegando hasta la mitad de mis hombros, pero mi amiga optó por una coleta alta que le queda genial y super sensual con ese pelo negro como la noche.
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Las Estrellas Como Testigos
RomanceSupongo que el amor de nuestras vidas aparece de la manera menos pensada y se va de la manera más dolorosa posible. Si no duele tanto, es por qué no fue tan importante como creíamos. Mi única obsesión era aprender a salvar vidas. Pero desde el día e...