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(Adrien)

Tomo mi guitarra.

Busco el cuaderno de cuero en mi estantería y me siento frente al escritorio. Este cuaderno es lo único que pedí de las pertenencias de mi padre antes de que tiraran todo a la basura. Busco en una de las páginas que llevo tiempo leyendo. En ella está escrita la letra de una canción que mi abuelo le dedicó una vez a mi abuela.

Ahora, la canto imaginando que la chica que me besó el otro día está frente a mí, escuchándola con atención. No veo la hora de que venga esta noche.

Posiciono mis dedos en sus respectivos lugares, y comienzo con acordes lentos.

C

G

C

G

"Wise men say only fools rush in

But i can't help falling in love with you

Shall i stay? would it be a sin

If i can't help falling in love with you?

Like a river flows..."

Dos golpes en la puerta interrumpen mi momento. Es una enfermera.

-Tienes visitas, Adrien Wilson. -luego de retirarse, otra mujer aparece en el umbral de la puerta, pero no entra.

-Tu abuela amaba esa canción de Elvis.

Me quedo helado.

Mi ceño se frunce al verla. La misma mujer que me abandonó cuando se dio cuenta que era mejor compañía una botella de alcohol antes que su hijo con cáncer, se encuentra hoy frente a mi luego de 5 años de inexistencia.

El estómago se me revuelve. No digo ni una sola palabra, no tengo por qué hacerlo.

Me levanto solamente para dejar la guitarra en su lugar y vuelvo a sentarme donde estaba antes. No pienso invitarla a pasar, sin embargo, ella ya entró.

Toma distancia entre nosotros.

Todos estos años se le cayeron encima. Tiene un par de líneas en su piel que indican que ya no tiene la misma edad de hace 5 años atrás. Su pelo sigue del mismo color que el mío, pero ahora lo lleva hasta la mitad del cuello. Es más pequeña de altura por los metros que yo fui tomando y sus ojos canelas siguen siendo tan cansados como los que tenía cuando murió mi padre.

-Yo también extraño a tu padre.

-No te atrevas a hablar de él. - voy directo al grano. -¿A qué viniste, Ana?

Tarda unos segundos en hablar hasta que lo logra. Seguro que se esperaba que la recibiera con los brazos bien abiertos y una sonrisa de oreja a oreja como si solamente se hubiese ido un par de días, no años.

Las Estrellas Como TestigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora