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(Diana)

Rápidamente termino de acomodar un par de tenedores que hacían falta en la mesa para poder ir a atender el timbre que suena.


-¡Yo voy! -le aviso a mi madre que anda en la cocina acabando de darle unos retoques al pavo.


-¡Es el repartidor del postre!


Recibo la comida en cantidad y le pago. Dejo todo en el refrigerador mientras fulmino a mi madre con la mirada.


-¿Qué?


-¿Era necesario comprar un postre hecho? -hablo con las manos cruzadas y la espalda apoyada en la isla en medio de la cocina.


-No iba a hacer tiempo, hija. Este pavo me costó todo el santo día. -se nota la ausencia de la cocinera en la casa.


-Podrías habérmelo dicho a mí.


-Diana, jamás me tomé el tiempo de pasar un momento contigo en la cocina. Jamás te enseñé a cocinar nada, mucho menos un postre. -lentamente saca el pavo del horno con todas sus fuerzas. Yo voy a ayudarle.


-Pude buscar alguna receta en internet. -el olor humeante inunda mi nariz. El hambre hace rugir mi panza.


-No es lo mismo hacer algo que te hayan enseñado con amor y algo con información de internet. El gusto, aunque tu no lo creas, cambia y se nota. Pero, prometo que las cosas cambiarán en esta casa, empezando por ahora -me señala un estante con más altura que la nuestra. -. Puedes buscar unas especies allí, y yo te diré qué cantidad debes colocarle para que quede mejor.


Hago lo que me dice. Luego de unos minutos de cocción, la cena ya está lista. Solo faltan los invitados.

El tiempo de espera parece una eternidad, pero el timbre suena y mis miedo junto a mis ansias, disminuyen.

El abuelo Wilson es el primero en entrar. Mi madre le toma la chaqueta que lo abriga del frío del exterior y la cuelga en el perchero. Luego aparece Adrien quien repite el mismo gesto con cuidado de no hacer caer su bolso con el oxígeno. Cuando los recibo, una sonrisa enorme aparece en el rostro de Adrien. El abuelo Wilson no evita darme un abrazo y entregarme una caja de bombones. Al voltear a ver a mi madre, me encuentro con que en sus manos, Adrien le depositó un ramo de rosas blancas.


-Muchas Gracias, cariño. Que lindo gesto de tu parte. -agradece mi madre.


-Muchas Gracias, Señor Wilson. Me encanta el chocolate. -le sonrío.


Dejamos los obsequios en su lugar, y dirigimos a nuestros invitados a la mesa. Ambos observan el lugar atónitos. Le indico a Adrien que yo me sentaré en frente de mi madre. Él termina eligiendo el lugar disponible a mi lado y el abuelo Wilson junto a mi madre.

En cuanto la cena se sirve a la mesa, todos empezamos a buscar trozos de comida que nos apetece más. Adrien por momentos noto que se siente incómodo, por ende, tomo su mano debajo de la mesa para que se tranquilice.

Las Estrellas Como TestigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora