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(Adrien)


Jamás pensé que me volvería a sentir vivo de nuevo.

Su sonrisa.

Su aroma.

Su calor.

Sus besos.

No necesito más nada para ser el hombre más feliz del mundo.

En este último mes Diana ha estado rompiendo barreras que jamás creí desmoronar con alguna persona. También ha querido saber sobre mi familia, pero no es que no quiera que sepa, solo es difícil. No es algo que surja de la noche a la mañana. Algún día se lo diré, cuando esté preparado.

Hemos decido no decirle nada más que a Ruth y a su mejor amiga Jane sobre lo nuestro. No queremos ir rápido. Más bien, yo no quiero ir rápido. Quiero dar pasos seguros para que la caída no sea tan dura si es que la hay.

Hace una semana me han informado los médicos que están a cargo del proyecto que tienen una supuesta dosis. Aún no está lista, pero aseguran que no tendrán que hacer muchas modificaciones y que todo está yendo perfecto. Claro, eso hablando de lo teórico, sólo falta lo más importante: la práctica.

Ser un conejillo de indias no es lo mío, sin embargo, sentía que debía hacerlo e intentarlo. Ahora que tengo una verdadera razón para vivir, debo hacer algo al respecto. Luchar por ello.

Salgo de mí habitación para recibir a Diana en la planta de abajo. Hoy tengo algo especial para ella. Hubiese querido que fuera en la terraza donde pudiéramos ver el cielo estrellado, pero el frío no es bueno para mis tontos pulmones. Además, los médicos del proyecto me pidieron que me cuide más que nunca.

De todos modos, sea donde sea que esté ella será hermoso igual.

Cuando salgo de mi habitación me detengo al escuchar su voz mezclada con la de un niño. Joshua está a su lado en sillas de ruedas mientras la observa hablar cerca del ascensor.

Diana se agacha junto a él para compartir la misma altura. Charlan sin darse cuenta de mi presencia a unos metros, en un momento ella se acerca para susurrarle algo en el oído al pequeño y luego ríen. Esa risa que no se puede olvidar ni mezclar con otra hace que me den cosquillas en el estómago.

-¿Puedo saber el secreto yo también? -me hago presente. Al acercarme, ella se pone de pie y deposita un beso en mi mejilla. Amo cuando hace eso, se ha vuelto una costumbre en estas últimas semanas.

-Nop -nos interrumpe Joshua. -. Lo siento amigo, es un secreto entre nosotros.

-Al menos, ¿Me la prestas unas horas? Prometo devolverla mañana.

-Solo por hoy. - entrecierra los ojos como amenaza.

-Oye, ¿te olvidas que era conmigo contra quien compites en las carreras?

-¿Qué carreras? -pregunta Diana mirándome con interrogación.

-Lo siento, es un secreto entre nosotros dos. -nos señalo a mi y al niño guiñándole un ojo a Joshua. Luego, los dos estallamos en risa para terminar chocando puños.

-Hombres...-voltea sus ojos.

-Deberías ir a dormir pequeñito.-comento.

-Es verdad. -suelta un bostezo mientras se frota un ojo entrecerrado. -¿Me acompañas a mi habitación, Diana?

-Será un gusto. -sonríe mientras toma la silla de Joshua para guiarlo a su habitación.

Yo me quedo en la puerta de la mía esperándola con una cinta en mis manos que pasa de una a otra por los nervios. Al principio no estaba seguro de hacer esto, temo que no le guste o que piense que estamos yendo muy rápido cuando fui yo quien no quería hacerlo. Sin embargo, esta es una de las formas en que puedo demostrar mejor mi faceta del amor.

Las Estrellas Como TestigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora