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Ya han pasado 15 días desde mi ruptura con Dylan. Cuando fuí a la escuela esta semana, traté lo más posible de ignorarlo igual que las anteriores, pero no me sirvió de nada porque ayer a la salida me interceptó, una vez más, pidiéndome por favor que lo escuchara. Me rogó que no deje nuestra relación por la mala interpretación que le dí a la imagen de él junto a Samantha en la fiesta. Pero yo sé muy bien lo que ví, y soy lo suficientemente inteligente como para no caer en sus excusas patéticas.

-Voy a llevar dos chocolates calientes, ponlos en mi cuenta Tom. -

Hoy es sábado y me tocó trabajar en la cafetería del viejo amigo de nuestra familia, Tom. Llevo trabajando aquí desde los 16 años, el dinero nunca fue una necesidad para mi familia, pero siempre quise tener mis cosas por mi propia cuenta sin tener la sensación de querer devolver todo lo que me han dado en esta vida. Agradezco que mis padres me hayan pagado toda la educación y mi futura universidad de medicina, al igual que mis caprichos y demás, pero ahora hay ciertas cosas que me puedo comprar gracias a mi sueldo. La gasolina de mi motocicleta es un ejemplo perfecto de ello.

Tom no es un hombre que haga de todo por cualquier persona. Para mi suerte, él no dudó al contratarme gracias a la íntima amistad que tiene con mis padres desde el día en que mi madre conoció a mi padre en esta misma cafetería hace varios años atrás. Pienso que no me creería si le dijera que ahora discuten a todo momento, y que la pareja de dos locos enamorados dejó de existir hace tiempo por culpa de la empresa en la que están metidos todo el santo día.

Acomodo sobre la mesa las pocas sillas que me quedan, preparo los chocolates calientes, y me saco el delantal acomodándolo correctamente para la persona que le toque el turno de esta noche, me tendría que haber ido esta mañana ya que ese era mi turno, pero tuve que reemplazar a uno de mis compañero al mediodía. Esta vez no me dirijo a mi casa para terminar el día tirada en la cama viendo alguna serie, esta vez iré a visitar un amigo al que le gusta demasiado el chocolate.

En estos últimos días Adrien y yo nos estuvimos abriendo mucho el uno al otro con respecto a nuestras vidas. Yo le conté de mi vida, de la escuela, de mi familia y de mis pasatiempos. Y él me contó algo de la suya, no tanto como yo quería, pero al menos se expuso como cualquier ser humano al encontrar encuentra una nueva amistad. Ahora sé más que su nombre y apellido.

Una noche en la que llovía a cántaros, me contó que su pasión por la lectura comenzó cuando su abuelo le leía libros cada vez que no podía dormir por culpa de los dolores pulmonares. Su voz lo tranquilizaba tanto al punto de dormirse a la mitad de la historia. También me confesó que cuando era pequeño le hacían bullying por ser un poquito rellenito, que no podía esperar hasta que llegaran las pascuas por los chocolates, que todo los buenos recuerdos los tiene con sus abuelos. Quería preguntarle porque me hablaba mucho de su infancia antes de que lo diagnosticaran a los 12 años, pero eso es obvio; a nadie le gusta contar recuerdos de hospitales y tubos de oxígeno.

Otra duda que me picó fue ¿Qué pasó con sus padres?, en ningún momento ha comentado de ellos, solamente de sus abuelos, especialmente del abuelo Wilson.

A su lado puedo ser un poco más agradecida de la vida que me tocó porque, mientras Adrien con tan solo 12 años de edad estaba afrontando una situación inimaginable, estaba yo por otro lado terminando la primaria preocupada por tener todo excelente en mis notas y poder disfrutar de mis vacaciones por Europa con mis padres. Puede que mis padres no sean el ejemplo perfecto de amor, pero son mi familia, y mi amor por ellos jamás cambiará por más ocupados que estén con sus cosas.

-¿Diana? ¿Si sabes que hoy es sábado? - la imagen de Ruth acercándose expectante a mi respuesta hace que me despierte de mis pensamientos y saque una leve sonrisa en mi rostro.

Las Estrellas Como TestigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora