Capítulo 4.

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—¿Verdad que es genial?—sonrío mirándolos

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—¿Verdad que es genial?—sonrío mirándolos.

—Es una dulzura. Encontraste una buena amig—asiento hacia Molly.

—No entendí nada a excepción de cuando nos saludó uno por uno, pero fue entretenido verte hablar Italiano. Tienes un acento curioso—suelto una risa al oír a Miles.

—Pero suenas bien. Casi tanto como cuando hablas español—asegura Noah sonriente.

—¿Y quien es Carlo, eh?—me pregunta Elle con interés. Alzó una ceja hacia ella notando el sonrojo en sus mejillas.

—Si, cuéntanos quien es ese Carlo que tanto mencionan—la mirada del castaño se ha vuelto seria e impaciente.

—Cariño, no la molestes—le dice si madre con una corta risa—. Tal vez es un noviecillo al que tuvo que dejar allá—se encoge de hombros mirándome pícara.

Niego con la cabeza sin quitar la sonrisa de mi rostro e intentando ignorar la mirada recelosa que me dedica Noah. Tomo mi teléfono de nuevo y abro mi álbum de fotos especial donde tengo todo lo relacionado con los mellizos e Italia. Les entrego mi teléfono para que puedan mirar las fotos y videos que tomé.

—Carlo es el hermano mellizo de Chiara, ambos son mis mejores amigos—sonrío con nostalgia. Noah jadea ofendido haciéndome reír—Mis mejores amigos en Italia, tú eres mi mejor amigo en todo el mundo—le aseguro acercándome a su rostro para que sólo el me escuche.

Le sonrío inocente, niega con la cabeza intentando ocultar una sonrisilla sin conseguirlo. Sus ojos marrones se vuelven a posar en mi dándome aquel gesto derrite bragas que usa a favor cada tanto. Continuamos la charla pero esta vez sobre todos ellos, Brad me cuenta sobre los experimentos que está por hacer con sus compañeros de salón y que el no quiere hacer porque conlleva usar animales vivos. Algo en lo que estoy completamente de acuerdo.

Elle y Lee hablan de los nuevos récords que han impuesto en las máquinas de baile y de videojuegos a los que asisten todo el tiempo desde que eran niños. El segundo hace uno que otro comentario burlón por los reflejos de mi hermana y no evita exponer sus ya conocidos y nada sorprendentes, momentos de torpeza que la caracterizan y que nadie sabe de donde rayos heredó.

—Hoy los chicos planearon tener un día de piscina en nuestra casa. Así que te preparé Piña Colada y muchas cerezas para que te unas a ellos—me avisa Molly dedicándome un guiño cómplice. 

Alzo los brazos hacia el cielo—Gracias Molly por existir, te adoro—le aseguro lanzándole un beso y posteriormente, haciendo una ovación.

—Extrañaba tus rarezas—me susurra Noah entre risas.

—Oh, nunca nadie me había dicho algo tan hermoso—coloco la mano sobre mi corazón y con la otra limpio un lágrima imaginaria.

El vuelve a reír y por fin retira su mano de mi muslo para poder agarrar la mía. La aprieta suavemente a lo que aprieto la suya de vuelta, una costumbre entre ambos siempre que los tomamos de las manos y que es como un "te quiero" implícito. Una vez que acabamos de comer, beber y reír sin parar, nuestros padres pagan la cuenta, todos nos levantamos y comenzamos a salir del restaurante.

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