Capítulo 29.

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Suelto un suspiro algo triste mientras le coloco la última tira de cinta adhesiva dorada a la caja que contiene el regalo de cumpleaños para mi hermana

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Suelto un suspiro algo triste mientras le coloco la última tira de cinta adhesiva dorada a la caja que contiene el regalo de cumpleaños para mi hermana. Sonrío levemente al recordar aquellos buenos momentos gracias a la envoltura que hice, ya que como quería que fuese algo especial, me dediqué por horas a buscar buenas fotos de nuestra familia y con los Flynn, para así usarlas como decoración. Claro, no use las originales, pase horas escaneándolas para imprimirlas en papel.

Es todo un collage para recordar los buenos tiempos, cuando todo era más sencillo para nosotros como niños, cuando no debíamos preocuparnos por nada más excepto divertirnos, comer y ver caricaturas. Río levemente cuando mi vista se enfoca en aquella foto que mi madre tomó cuando yo tenía 5 años y Elle casi los 4. Me encontraba enseñándole a hacer muecas graciosas y a torcer los ojos para la cámara, ambas teníamos dos colores sujetando nuestras melenas castañas y algo de chocolate en nuestras mejillas.

Junto a ella está una donde se ve a Elle recién nacida, se encuentra profundamente dormida entre los brazos de mi madre, aún se veía el sonrojo por el esfuerzo provocado en sus mejillas y el sudor que emanó desde su frente, yo estoy sentada junto a ella en la cama de hospital y papá abrazándonos a las 3. Todos sonreímos verdaderamente felices por la llegada de Elle a nuestras vidas, principalmente yo. En aquellos momentos tener una hermana significaba tener una amiga leal, una amiga eterna en quien siempre puedes confiar, y aunque tenía a Noah, necesitaba aquel toque femenino y dulce que ella trajo a mi vida.

Por eso me duele tanto que estemos peleadas, que no pueda ni mirarme a los ojos, pero tampoco puedo rogarle su perdón, menos cuando no hice nada malo, no puedo disculparme por seguir a mi corazón y tomar mis propias decisiones. No sé si soy egoísta o la egoísta es ella, lo único que sé es que extraño a mi hermana, a la que le enseñé a treparse por la ventana para escaparse junto a mi, a maquillarse los barros y a qué los tampones no van por atrás.

Aquello fue tan traumático como divertido.

En fin, sólo espero que este regalo,—que de verdad me esmeré en envolver—, y la carta que escribí a mano, pueda convencerla de que mi intención jamás ha sido ni será lastimarla. Es mi hermana, mi sangre, mi deber es cuidarla y ver que sea feliz, así lo habría querido mi madre. Haría cualquier cosa por ella, sé que sabe que puede confiar en mí porque no importa donde esté, siempre estaré para ella, siempre voy a quererla y a procurarla.

Con una pequeña sonrisa coloco el moño dorado en la parte superior de la tapa y antes de cerrar la caja para entregársela oficialmente, me aseguro de que el vestido esté bien acomodado, aún limpio y sin una sola arruga. Al tocar lo suave de la tela, mis ojos se cristalizan y mi corazón se encoge en su lugar debido a la nostalgia y tristeza. Ese vestido era de mi madre, la abuela se lo regaló cuando su carta de aceptación llegó, lo usó el primer día de clases y el último también, así que por supuesto tiene mucho valor sentimental.

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