Capítulo 14.

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El Sol comienza a filtrarse por la ventana, un gruñido se escapa de mi boca mientras me giro buscando oscuridad en la que refugiarme para poder continuar durmiendo

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El Sol comienza a filtrarse por la ventana, un gruñido se escapa de mi boca mientras me giro buscando oscuridad en la que refugiarme para poder continuar durmiendo. La puerta de la habitación se azota haciéndonos sobresaltar al mismo tiempo, el brazo de Noah no se mueve de mi cintura, sus piernas siguen unidas, sólo estira el cuello para mirar hacia la puerta, pero no hay nadie. Parece que aquello no pasó.

Suelto un suspiro dejándolo pasar, me alejo suavemente de Noah y froto mi ojos para poder abrirlos y ver mejor. Al girar la cabeza veo al castaño mirándome adormilado.

—¿Qué tal la cruda?—me pregunta divertido. Me encojo de hombros.

—No tengo—sonrío orgullosa. Sus cejas se alzan.

—Suertuda—río con el.

Es algo curioso, en realidad, ya que sólo después de mi primera borrachera sentí cruda al día siguiente, eso se debió a que al ser una puberta estúpida que nunca había bebido, pensé que no pasaría nada si bebía de lo que fuera que se me cruzara por enfrente. Bebí cerveza al inicio, luego whiskey, luego siguió piñas coladas, Brandy, Ron y Vodka. Ese día fue el peor de mi vida, ya me sentía ir con mamá Coco al más allá, pero definitivamente jamás volví a combinar bebidas como si fueran Panditas.

Lección aprendida, Dios.

Mis pensamientos se disipan cuando Noah se remueve en la cama para estirarse, aquello hace que el edredón se deslice hacia abajo dejándome ver su boxer y lo que yo creo que es aquellito que le sucede a todos los hombres cuando despiertan. El sonrojo llega a mis mejillas cual rayo, desvío la mirada hacia la ventana intentando no pensar en ello ni repetir la imagen en mi cabeza. Me siento de golpe y acomodo mi enredado cabello en un moño desordenado, tomo una liga del cajón de Noah, —ya que ahí tengo una reserva—.

Una vez lista me vuelvo a acomodar a su lado, dándome cuenta de que no me quitó la vista de encima en ningún momento, comparto una sonrisa con el recordando todo lo que dijo ayer por la noche mientras estaba dormida. Sus músculos flexionados y el bulto que seguramente tiene bajo la ropa interior, no me dejan concentrarme debidamente.

¡Compórtate como una dama! No pienses en lo lindo que sería besar y morder esos músculos tallados por Zeus.

Trago grueso sintiendo la boca seca debido a los nervios.

—Hmm, ayer por la noche... ¿dijiste algo importante?—le pregunto curiosa. Su cuerpo se tensa, me mira con un deje de miedo en los ojos.

—¿Porque?—pregunta un tanto hosco haciéndome fruncir el ceño.

—Bueno, me pareció escuchar que dijiste algo—me encojo de hombros retirando la mirada de él. Piensa, Nea, piensa—. No estoy segura, algo sobre mi, creo.

—¿Escuchaste entonces?—se sienta luciendo notablemente alarmado.

—Entonces si dijiste algo—confirmo haciéndolo gruñir. Tonto. ¿Qué fue eso?

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