Miércoles 26 de mayo

11 0 0
                                    

Hoy llovió, y mojé los lentes. Sí, los mojé yo, y no la lluvia. Casi nunca los uso, pero hoy... Tuve el impulso, un impulso inexorable por llevarlos bajo el aguacero. A lo mejor soy estúpido. ¡Bah! ¡Qué va! ¿A lo mejor? ¡Por supuesto que lo soy!

Fue camino a la escuela. Está a una cuadra de mi casa, por lo que no hay necesidad de usar el auto. Aun así, mamá insistió en llevarme dentro de este para evitar que cogiera un resfriado. Discutí acaloradamente con ella sobre su propuesta, y lo último que me dijo antes de que me echara la mochila al hombro fue un:

—¡Malagradecido!

Y quizá lo soy. Y quizá, solo quizá, es por eso mismo que decidí ponerme los lentes bajo la lluvia. Para comprarme esa idea del malagradecido, desquitándome con los objetos y sujetos que tratan de ayudarme.

La palabra volvió a golpearme la cabeza en cuanto llegué al instituto. Sabrina, una chica que por misteriosas razones está interesada en mí y dice que soy su novio, me estaba esperando en la entrada. No estaba de humor. Le levanté las cejas a modo de saludo, y la pasé de largo.

Me alcanzó a los pocos pasos y me detuvo al plantarse frente a mí. Las gotas de lluvia en los lentes la hacían ver distorsionada. Me reí por lo mal que la hacían ver, y me los quité.

—¿De qué te ríes? ¿Y por qué me ignoras? —preguntó, molesta.

—Nada, nada. —dije mientras limpiaba los lentes con la chaqueta de la escuela.

—¿Entonces? ¿Nuestra relación es un juego o qué, Oliver? Porque un día quieres estar conmigo y parece que lo soy todo para ti, y al siguiente, haces esto.

—¿Hacer qué? —inquirí, haciéndome el desentendido, justo como ella debía entender. Es decir, ¡no había nada entre nosotros! ¿Por qué se empeñaba en creer que era así? ¿Por qué tenía que tomarse el sexo como sinónimo de amor y no de, simplemente, ocasión?

Me miró directo a los ojos. Y me sorprendió ver, que, en su mirada, había una sola palabra dibujada. ‹‹Malagradecido››. Se dio la vuelta, y como buen patán que soy, no hice nada para detenerla.

No me habló, ni me buscó en todo el día.

¿Qué puedo decir? Sé que me lo merezco. 

Junio |EN EDICIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora