Capítulo 34

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Al escuchar los gritos de John salgo de mi estado de shock y enseguida comienzo a correr hasta quedarme frente suyo, me arrodillo y lo abrazo, él corresponde y hunde su rostro en el hueco de mi cuello.

Sus sollozos me parten el alma, me duele verlo tan débil, tan destruido, esa cabaña era su vida, lo amaba, el único recuerdo que le quedaba de sus padres y ahora al verlo en llamas, se que su mundo se había venido abajo.

-No llores John, me duele verte así - le susurro, mientras acaricio su cabello-

-Lo perdí... lo perdí todo - solloza-

-No es así....se que vamos a poder hacer algo... pero debes ser fuerte por favor

Él continúa llorando haciendo que sus lágrimas mojen la blusa que llevaba puesta, luego de varios minutos estando en esa posición, los sollozos de John cesan, nos separamos un poco y aprovecho para secar sus lágrimas restantes con mis pulgares.

-Aquí estoy...no te dejaré solo - murmuro y él me regala una media sonrisa -

Nos ponemos de pie y enseguida un hombre se acerca a nosotros.

-Señor...perdóneme...no... no sé que paso - intenta disculparse -

-No es tu culpa Gabriel - le responde John - ¿Pero sabes que pasó?

-No, solo que al despertar, salí al patio de mi casa y enseguida el abundante humo llamó mi atención, me acerque y ya no había nada que hacer, entonces llame a los bomberos

-Bien hecho

-Buenos días - nos saluda un oficial al acercarse a nosotros -

Inclino la cabeza como un gesto de saludo y John estrecha la mano con el oficial.

-Dígame ¿que pudo provocar el incendio? - pregunta directamente John -

-Estamos averiguando, enseguida mis hombres ingresarán dentro del domicilio para buscar cualquier detalle que nos indique la razón de este siniestro

-Está bien

-Cualquier cosa que averiguemos se lo informaremos señor Dubois

-Gracias

Vuelven a estrechar sus manos y luego el oficial se aleja de nosotros.

-Ya tenemos que irnos, no hay nada más que hacer - me susurra John y asiento con la cabeza -

Nos despedimos del señor Gabriel y comenzamos a caminar hasta el coche, luego de montamos, John lo enciende y lo pone en marcha.

Durante todo el trayecto, ambos nos manteníamos en silencio, observaba de reojo a John de vez en cuando y solamente pensaba en que es lo que podía hacer para evitar que sintiera  tanta tristeza.

Al llegar a la casa, bajamos del coche.

-Debes ir a descansar John - pronuncio al entrar a la casa-

-Está bien ¿me puedes llevar algo para tomar por favor? - me observa triste y asiento -

Él comienza a subir por las escaleras mientras yo me dirijo a la cocina.

Luego de servir un vaso con jugo, me dispongo a dirijirme hasta la habitación de John.

Golpeo suavemente la puerta, escucho un pase del otro lado y entro.

-Aquí tienes - le sonrío mientras le entrego el vaso -

-Gracias - se incorpora y comienza a beberla-

-Se que está pregunta es tonta, pero quiero saber ¿cómo estás?

-No te mentiré bonita, estoy destrozado - baja la cabeza -

Aguanto las ganas de llorar al escucharlo hablar así.

Tomo asiento en el borde de la cama y me quedo callada sin saber que decir, entonces el recuerdo de la vez en que le había prometido que volveríamos a ir a la cabaña invade mi mente.

-Te prometí que volveríamos a visitar la cabaña, pero no creí que sería en estas circunstancias - susurro-

Él no responde y decido no volver a hablar, luego de varios segundos lo escucho reír bajito y frunzo el ceño.

-Recuerdo la cara de susto que pusiste cuando te cargue para lanzarte al agua

-Lo recuerdo - sonrío -

-El agua estaba deliciosa pero tú no me creíste

-Lo sé

Él voltea a verme y sonríe, no puedo evitar hacerlo también.

-¿Por qué me miras así? - rio nerviosa-

-Después de esta catástrofe, verte reír es increíble

Enseguida siento como mis mejillas se calientan y desvio la mirada.

-Leyla...si nos hubiéramos conocido desde mucho más pequeños o si tan solo no me vieras como un hermano.... ¿Crees que te hubieras enamorado de mí?

Me sorprendo por su pregunta y levanto la mirada enseguida, esta es la oportunidad que tengo de confesarle todo mis sentimientos.

-John...yo ya estoy enamorada de ti

El gesto de su rostro al escuchar mis palabras es inexplicable.

-Repitelo - susurra -

-Te amo John

Dejo de verlo a los ojos, ya que en un movimiento se había acercado a mi y ha unido nuestros labios.

Es el beso que siempre había soñado, probar sus labios es lo que siempre había anhelado y hoy por fin se habían cumplido.

Nos separamos solo por falta de aire y con ambas manos me toma el rostro.

-Siempre fuiste tú la única mujer con la que quería estar, tú eres ese sueño que siempre he querido cumplir, no sabes todo lo que provocas en mi, todas las emociones existentes se arremolinan en mi cada vez que te veo sonreír, soy capaz hasta de dar la vida por ti, con tal de que tú nunca llegues a sufrir.

Al escucharlo, las lágrimas comienzan a descender por mis mejillas.

-No llores - me besa ambas mejillas -Te amo bonita

No podia ni siquiera decir una palabra estaba muy emocionada, saber que el hombre al que amaba también sentía el mismo sentimiento por mi me hacía la mujer más feliz de la tierra.

Luego de nuestra sesión de besos, decidimos hablar acerca de la relación que aún mantenía con Leahnor.

Me prometió hablar con ella y dejarle las cosas claras, confío en que lo hará, pero no puedo ni pensar con claridad luego de haberle confesado mis sentimientos y por fin probar sus besos.

Por la tarde decidió salir para encargarse de varios asuntos, entre ellos Leahnor. Nos despedimos en la puerta con varios besos, como si fuésemos una pareja de recién casados.

Luego de perderlo de vista, cierro la puerta y me dirijo a limpiar la cocina, minutos después escucho el timbre y me apresuro en abrir la puerta.

Cuando lo hago no hay nada, dirijo la mirada al suelo con mi corazón latiendome rápidamente y de nuevo observo otra nota, mi cuerpo entero comienza a temblar, lo tomo entre las manos, cierro la puerta y me dirijo a la sala.

Tomo asiento, abro la nota y lo leo.

¿Te gustó el pequeño regalo de esta mañana?, ¿fue algo increíble verdad? Pero te seré sincero, el regalo que tengo preparado ahora es mucho mejor, mi querida Leyla.

Ya cuento los días para dártelo.

                     T.

No puede ser, esto ya no es juego, ya se está saliendo de las manos.

LeylaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora