💫Capítulo 8💫

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Estábamos en el último turno, unos minutos más y se acabaría el día, podríamos ir a nuestras casas, nos habían mandando a responder una encuesta, ya había hecho la mía hacía mucho tiempo y había aprovechado para revisar mi WhatsApp ya que no estábamos dando clases. Eilean hizo lo mismo y como siempre comenzamos a chatear, desventajas de mantener una especie de relación en secreto: no podemos hablarnos delante de todos como una pareja normal, aunque claro que nosotros no tenemos nada de una pareja normal, ni siquiera sé si éramos parejas, ni sabría cómo definir nuestra relación.

La ventaja de todo esto es que había que admitir que eso de esconderse era emocionante a veces, la clandestinidad era fantástica, se supone que esta era la edad de hacer locuras, esta tal vez no era correcta, pero locura al fin era aceptable, solo éramos dos chicos que nos gustabámos y queríamos probar.

Él: tengo unas ganas inmensas de levantarme de mi asiento, ir hacia el tuyo y besarte

Me escribe y mi corazón se detiene.

Yo: sabías que cuando dices cosas así automáticamente me muerdo los labios?

Le digo tratando de provocarlo aún más, pero era totalmente cierto, di media vuelta para ver su expresión.

Observé cómo esperaba que le llegara el mensaje, luego como lo leía atentamente y por último vi como levantó su mirada y la fijó rápidamente en mi, pero esta no era la mirada tierna que siempre había notado en él, sino una feroz, una de esas miradas de: "si estuviéramos solos ahora mismo te empotraría contra la pared y te mordería los labios yo mismo" bueno al menos así la intérprete yo, pero no creo que estuviera muy lejos de la realidad.

Nuestro chateo se acabó cuando él pidió permiso para ir al baño y obviamente tuvo que dejar el teléfono en su puesto. Pero entonces el timbre comienza a sonar avisándonos que ya era la hora de la salida, los chicos del grupo habían decidido salir a tomarnos un helado, pero desgraciadamente no tenía dinero, al parecer era de las pocas personas que no llevaban dinero para ir a la escuela, como sea, que no tuve otra opción que ponerme a ginetear para ver a quien me podía prestar dinero para tomarme mi heladito y ser una niña feliz.
Afortunadamente Eilean no estaba en ese momento, me daba demasiada vergüenza que me prestara dinero, sobretodo porque algo me decía que nunca me dejaría devolvérselo.

—Porfiiiii—suplicaba como una niña pequeña—¿Quién me puede prestar dinerito?Juro que se los devuelvo mañana—lloriqueaba, quería mi helado.

Por suerte las personas de mi salón no eran como las que estaban en mi salón en la secundaria, si hubiera sido por ellos me podría haber disecado con mis ganas de tomar helado y no hubieran hecho nada, sin embargo en este caso afortunadamente la gente de aquí era diferente, otra de las razones por las que prefería la preparatoria que la secundaria.

—Ten, te lo regalo, te dará para dos helados—me dice Tyler y extendiéndome el billete, lo miré extrañada.

—Pero si con la mitad me conformo, además te los voy a devolver mañana—le afirmo, yo era una mujer de palabra.

—No te preocupes por eso, te lo regalo—me dice poniendo el billete en la palma de mi mano.
Me avergonzaba que el chico me regalara el dinero, sin embargo su acto había sido sincero y desinteresado, además vi a Eilean pasar gracias a la ventana del salón y no tenía tiempo para rebatir el tema, porque éste se enteraría y querría pagarme el helado, pero le debía una a Tyler.

—Muchas gracias—le digo regalándole una sonrisa genuina y yendo a recoger mis cosas para salir.

Mientras cruzábamos el portón veíamos a todas las personas que estaban fuera, estábamos en una situación difícil debido al virus, la escuela había empezado de puro milagro la verdad, por las normas establecidas los salones eran de menos personas, por lo tanto en vez de haber cinco grupos habían diez, y como no habían suficientes profesores para darle clases a diez grupos a la vez nos habían dividido en dos sesiones, los grupos del uno al seis tendrían que venir por la mañana y solo dos veces a la semana debían regresar por la tarde, sin embargo los grupos del siete al diez eran al revés, vendrían por la tarde y solo deberían ir dos veces a la semana por las mañanas, sin duda alguna el colegio estaba hecho un gran enredo, aunque si íbamos a quejarnos no podía faltar que teníamos que ponernos un nasobuco para evitar el contagio del virus, era algo tedioso sinceramente.

Como estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora