💫Capítulo 20💫

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Era una tarde preciosa, había un clima agradable, el Sol lucía sus rayos por todo lo alto, pero no hacía un calor desagradable, sino un aire fresco, lo que denominaríamos la tarde perfecta. Eilean me llamó al móvil, aún le daba pena tocar a la puerta, podría ser algo poco natural para muchas personas, pero comprendía su timidez con mi familia, así que le estaba dando su tiempo hasta que tomara el valor por si mismo.
Me miro al espejo por última vez antes de salir, tenía unos shorts con un estampado de flores pequeñas con un fondo beige y una blusa rosada que llegaba hasta un poco encima de mi ombligo, mis deportivas blancas marca Joma que usaba más bien para andar por ahí y el pelo rubio suelto dejándolo caer hasta la mitad de mi trasero, estoy conforme con mi aspecto. Abro la puerta y veo al trigueño detrás de ella, pero no solo él, llevaba una bicicleta azul, un poco deteriorada pero eso era obvio teniendo en cuenta el dueño que tenía la pobre.

Resulta que había ido al médico y el doctor le dijo que ya se considerara dado de alta, podía hacer todas las cosas de las que se había privado hasta ahora, hacer deportes, montar en su bicicleta y por eso había venido en ella, incluso podía tener relaciones sexuales. Un nudo se formó en mi garganta al pensar en ello, yo no podría hacerlo con él, no ahora, no tan pronto, necesitaba mi tiempo, mucho tiempo de echo para que engañarnos, la virginidad era un tema delicado para mí y tal vez algún día la perdería con él si las cosas salían bien, pero no era el momento.

Pero ella si lo hará cuántas veces él quiera...

Me recuerda amablemente mi consciencia y en ese momento solo me quiero desaparecer.

Íbamos caminando, él llevaba la bici a su derecha mientras me daba la mano, nos dirigíamos al Parque de los Relojes, pero pareció notar mi cara, porque me propuso ir a tomar un helado, lo cuál funcionó como distracción.
Él se montó en su bicicleta y yo me subí en el tubo que unía el volante con el asiento. Así íbamos, dos adolescentes que aún no sabían que hacer con su vida y que sólo tenían una certeza: se amaban con locura y no permitirían que nada ni nadie los separara.
Llegamos al lugar que habíamos encontrado los chicos y yo cuando  nos fuimos del parque la semana anterior. Eilean me dejó cuidando la bici mientras él hacía la cola, habían dos personas antes que él, pero de repente se sumaron dos chicas más, iban detrás de él, una tenía un cabello castaño claro y era un poco más bajita que yo, mientras que la otra era de tez morena y prácticamente del tamaño de mi chico, que por cierto ambas lo estaban devorando con los ojos sin disimulo alguno, lo miro para ver cuál era su actitud ante ello, pero él solo estaba concentrado en ver cómo ponían los dos helados sobre los barquillos y en venir hacia mí, llegó y me dió un beso mientras me ofrecía mi helado y yo miré con orgullo a las dos chicas que estaban boquiabiertas y probablemente soltando groserías sobre mí por estar con el trigueño buenorro etc, etc, al parecer había escogido un buen partido, la envidia que reflejaban los ojos de estas dos lo comprobaban.
Nos sentamos en la acera mientras comíamos nuestro helado y luego volvimos a montarnos en la bici y manejamos a toda velocidad hasta nuestro parque, era nuestro, así como el momento que habíamos compartido en él hacía casi una semana.
Nos sentamos en el mismo lugar donde nos habíamos besado por primera vez.

—¿Que era eso que querías contarme?—le pregunto sin poder ya contener la curiosidad.

—Se me ocurren mejores formas de pasar el tiempo—me dice cogiéndome por la nuca y acercando mi rostro al suyo dándome un beso increíble y yo lo sigo encantada.

Tomen chicas que estaban vacilándolo¡Él es mío!

Pensé mientras él mordía mi labio inferior, me encantaba la forma en la que me hacía sentir especial, él veía un lado bueno en mí, uno que yo misma había estado buscando toda mi vida, era como cuando tenías problemas en la vista y luego aparecía alguien que te prestaba un par de gafas y entonces lo que antes era nubluso lo veías claramente. Él era mis lentes y me hacía sentir que no era tan mala como pensaba, también me veía como una chica increíble, una que no tendría que competir jamás con otras porque él solo tendría ojos para mí, a veces me asustaba de lo perfecto que resultaba todo, tanto que parecía imposible, y es que no estaba acostumbrada a esos privilegios, pero al parecer ya había llegado la hora de dejar de sufrir¿No es así? Todos llegamos a nuestro límite tarde o temprano.

Como estrellasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora