Parte 30

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Ella puso sus manos en mi cuello y nos besamos. El beso era lento, cálido y suave. Nos separamos después de unos minutos y ella me abrazó.

—¿Cómo entraste, de verdad? —preguntó, yo solté una risita y la miré

—Por la ventana — ella abrió los ojos y luego soltó una carcajada

—Estás loco — negó con su cabeza

—Aprendí de la mejor — dije divertido, algo que hizo que me empujara con su hombro ofendida.

Volvimos a unir nuestros labios, ahora en un beso más apasionado e intenso, puse mis manos en su cintura y ella las puso en mi cuello, el beso se estaba prologando y podía jurar que la habitación estaba poniéndose más caliente.

Sin más espera, puse mis manos en sus glúteos y los apreté, algo que hizo que ella soltara un suspiro.

—Ni lo creas, Thomas — se separó de mi — No habrá sexo de reconciliación — se sentó en la cama con las piernas  y los brazos cruzados

—¿Por qué no? ¿No has oído que es el mejor? — pregunté coquetamente — ¿No quieres saber si es verdad? — me puse frente a ella haciendo que tuviera que levantar su cara para verme.

Yo me incliné para besar sus labios y ella comenzó a recostarse en la cama mientras nos besábamos.

Me puse encima de ella de forma que no sintiera mi peso.

Comencé a besar su cuello y ella masajeaba mi pecho por debajo de mi camisa.

Los besos eran casi desesperados, ella me quitó la camisa y luego se puso encima de mi.

Comenzó a besar mi cuello y yo solo masajeaba sus caderas, así como ella, me deshice de su blusa, dejándola totalmente desnuda en la parte de arriba

—¿Sabes? — dije entre besos — Jamás te he visto con ese lindo sostén de encaje rojo de aquella vez — Ella levantó su rostro de mi cuello para verme

—Sabía que jamás lo olvidarías — sonrió y negó con su cabeza.

Luego puso sus manos en el botón de mi pantalón y comenzó a desabotonarlo junto a la cremallera, sus manos pasaban por encima de mi miembro ya erecto y eso simplemente me enloquecía.

Se bajó de mi y una vez de pie, los besos no cesaron. Terminé de quitar mi pantalón, estaba desesperado, quería hacerlo.

La giré para que quedara de espaldas a la cama, luego bajé mis manos a su short y esté cayo al suelo una vez pasaron sus glúteos. Ella gimió ante mi roce.

La giré dejándola de espaldas a mi, y comencé a besar su cuello y sus hombros

—Tom... — la escuché gemir mi nombre, esa era la señal de que no aguantaba más y que quería que lo hiciera.

Así que la tumbé a la cama de espaldas, a lo que ella entendió lo que quería y se puso en cuatro.

Tomé el orillo de los bragas y comencé a bajarlos en esa posición, era jodidamente excitante, mi miembro ya se sentía apretado adentro de mi bóxer.

Ella encorvó más su espalda y eso fue lo hizo que comenzara a quitarme la única prenda que me quedaba.

La tomé de la cadera y la penetré, haciendo que ella soltara un gemido un tanto fuerte, yo seguí moviéndome, intentando que nuestros cuerpos hicieran el menor ruido posible pero era casi imposible, __________ apoyó su rostro en la almohada intentando ahogar todos sus gemidos.

Yo solo cerré mis ojos y eché la cabeza hacia atrás, dejándome llevar por esta sensación de placer.

Después de varias embestidas más empecé a sentir que llegaría al orgasmo así que comencé a acelerar mis embestidas, mis manos estaban firmes a su cadera. Solté un gran gemido y me detuve, luego salí de ella. Me tumbé a su lado boca arriba

—¿Llegaste? — pregunté, no había visto su cara que siempre me hacía saber cuando lo haría, así que no estaba seguro de si lo había hecho, de no ser así haría cualquier otra cosa.

—Dos veces — dijo ella agitada. Luego soltó una risita, la cual seguí — Quédate — dijo poniendo su mano en mi pecho.

Yo sonreí y nos acomodamos bien la cama listos para dormir, ella puso su cabeza en mi pecho y yo la abracé por la espalda.

...

—¡Todos listos! ¡El teatro está lleno! — gritaba el director por todos lados detrás de los camerinos — ¡Tom, acomoda esa corbata! ¡Stiles, las mallas no fueron pregunta!

Terminé de acomodarme, todos estaban de aquí para allá, olía a maquillaje, sudor y desesperación.

—¿Podría darme su autógrafo, señor? — escuché una voz muy familiar. Me giré y la vi, tan preciosa como siempre. Me levanté y la abracé.

—Que bueno que estás aquí — sujeté su cintura — ¿Cómo hiciste para entrar?

—Tengo mis movidas

—Si, soy muy consciente de eso — le di un beso en los labios — ¿Están todos afuera?

—Si, ya todos están sentados. Nos demoramos un rato porque David insistía en comprar palomitas, tuvimos que explicarle que no era el cine, no le gustó pero creo que lo entendió — solté una risa.

—Bien, será una gran noche — dije nervioso

—Estarás fabuloso — acarició mi mejilla — Así que, rómpete una pierna.

La miré confundido ante esa expresión que había usado, algo que siempre me había dado risa.

—¿Que? ¿No es eso lo que se dice en el teatro para desear buena suerte? Estúpido Sam, no puedo creer que le creí — entrecerró los ojos, lo cual me hizo soltar otra carcajada.

—Tom, ya vamos a empezar — dijo el maestro entrando — ¿Usted que hace aquí? — puso su vista en __________

—Yo ya me iba — sonrió inocentemente — Suerte, Tom — dijo para luego desaparecer por el pasillo.

A prueba de amor (Tom Holland y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora