LIAM HARRISON.
La debilidad se apoderó de su cuerpo por completo y verla a punto de desfallecer me hizo correr a su zocorro. La tomé entre mis brazos, tratando de despabilar las sesiones extrañas que sentí al ver a Layla consternada por culpa de ese hombre, quien me dio mala espina al instante.
¿Quién era él y qué papel jugaba en la vida de ella? Teniendo en cuenta que Layla tuvo una vida amorosa bastante activa antes de mí, podría tratarse de uno de sus tantos exnovios. Pero lo extraño fue el miedo que ella pareció sentir al toparse con él y las dudas me seguían embargando mientras llevaba a Layla fuera del club.
La subí al auto y la desesperación de verla inconsciente me hizo perder la razón por completo.
Tenía que llevarla al hospital, era lo más sensato, según las palabras del doctor que la había atendido la última vez, pero, a pesar de saber que no hacerlo podría repercutir en la estabilidad de su salud, no fui capaz de llevarla al hospital.
Pero tenía mis razones, no me iba a arriesgar a dejar a Layla en un lugar donde el peligro podría acecharla de cerca y cuando menos lo espere, la termine alcanzando.
Respiré hondo, y después me recargué sobre el respaldo de mi asiento, ladeando la cabeza en dirección a ella. El viento gélido que entraba por la ventana abierta, refrescaba el interior de mi auto y servía para, por lo menos, que no se sintiera agobiada. El cabello suelto se le alborotó, molestandola en su inconsciencia, entonces, frunció el entrecejo como un gesto de molestia.
Volví a suspirar, apreciandola, era la primera vez que miraba su cabello real, el que ocultaba en gruesas ondas, dejando de lado los rizos pequeños y gráciles que cubrían su nuca y, honestamente, me gustaban demasiado.
Suspiré y me incliné listo para atar su cabello en un moño que lo sujetara absolutamente todo, solo con la intención de que no siguiera molestándole más. Fue en ese instante que mi mirada recayó en ella con más profundidad, pero no en sus tetas o en cualquier otra parte de su cuerpo, sino, en su rostro. Sus pestañas eran como el manto que cubría sus pómulos pronunciados, su nariz aspirando aire parecía haber sido cincelada por Da Vinci y esos labios tenían la apariencia de ser dulces y suaves, pero no solo lo parecían, por mi experiencia probándolos sabía que lo eran.
Perdido en mis pensamientos, mis manos que antes ataban su cabello, se fueron a sus mejillas, sujetando su rostro mientras la acariciaba como solo un tonto enamorado podría hacerlo con su amada. Y, aunque siempre dije que esos eran gestos estúpidos y ridículos, esa vez no me importó en lo absoluto. Lo único que deseaba era seguir apreciando su belleza, una singular y sublime belleza que la hacía inigualable a la de cualquier otra mujer. Quería seguir viendo esas pequeñas pecas que otros no podían ver de lejos... y sobre todo, quería seguir embriagandome con el rico aroma a rosas que siempre desprendía.
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Sweet Agony (+21) (Broken Heart I)
ChickLitTERMINADA -Liam Harrison- Había dicho ese hombre en un hilo de voz suave y relajado. Escucharlo me dejó estática, había reconocido su voz en el fondo de mi interior, más no podía encontrar un rostro conocido, era extraño lo que sentía. Me erguí y le...