TERMINADA
-Liam Harrison- Había dicho ese hombre en un hilo de voz suave y relajado.
Escucharlo me dejó estática, había reconocido su voz en el fondo de mi interior, más no podía encontrar un rostro conocido, era extraño lo que sentía. Me erguí y le...
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20 DE MARZO DEL 2018
OMNISCIENTE.
Tan pronto como el canto de un gallo por las mañanas, el día finalmente había caído bajo el manto de la oscuridad de la noche, las estrellas brillaban sobre el firmamento, acompañando a la luna rodeada de una luz plateada, hermosa y vibrante. La luz de la luna se colaba por la ventana, las cortinas se mecían con suavidad gracias a la brisa del aire que entraba a la habitación y ella, Layla, yacía sobre la cama matrimonial que compartía con su prometido. Su cabeza descansaba en el pecho de él, mientras trazaba movimientos suaves en su abdomen.
Tantas cosas le atormentaban, tantos sentimientos que no era capaz de decirle a Aarón sin sentir que arruinaría las cosas con él, pero eso es lo que pasaría después de todo, porque sus sentimientos sobrepasaron cualquier barrera que pudiera existir y la llevaron a los brazos del hombre que tanto se empeñó en hacerle creer que no era hombre para ella. Se estremeció un poco al recordar el roce de sus manos sobre su cuerpo, al verse atrapada en el recuerdo pasional de unos besos que, lamentablemente, no pudo resistir.
¿Sería justo continuar con la boda, teniendo en mente y en el corazón a otro hombre?
Sabía que quizás, la respuesta a esa pregunta sería un tormento para ella, por eso pretendió nunca haberse preguntado tal cosa y se acurrucó más entre los brazos de su prometido, como si quisiera disipar con eso la bruma de su mente, esa que parecía empeñarse en llevarla a escoger un camino espinoso y poco favorable para ella.
Por lo tanto, en el Hudson Blue el rubio al que todas veneraban como si fuera un Dios, servía su décimo trago, estaba ebrio y por nueva cuenta; dolido del corazón. Él se había prometido enterrar en lo más profundo de su alma y corazón lo que una vez sintió, pero luego llegó ella; esa mujer de cabello castaño, ojos tan oscuros como el mismo café por las mañanas y una personalidad que lograba sacarlo de quicio en segundos.
Antes de que todo ocurriera, antes de que los enemigos de él la sometieran para que aceptara seguir trabajando bajo el mando de Luzbel, consideró alejarse de ella, decirle que no podría ayudarla con lo que pedía y que debía seguir su camino en algún otro lado. Su idea había sido ser tan despreciable y frívolo como nunca lo había podido ser del todo con ella, pero cuando Tatiana le mostró una foto de Layla con alguien más, los celos se manifestaron con impotencia, algo que, ni siquiera Margot Devaine había logrado desencadenar.
