Imaginar lo que pude haber vivido antes se convertía en una tarea monumental, una montaña insondable de incertidumbre y confusión que se erigía imponente frente a mí. Cada intento de escudriñar en las sombras del pasado era como aventurarse en un laberinto sin fin, donde cada giro y cada callejón sin salida me sumergían más en la oscuridad de la incertidumbre. Y para muchos, entender por qué era tan difícil resultaba una hazaña aún mayor, una empresa que desafiaba los límites de la comprensión humana.
El acto de imaginar lo que pudo haber sido, lo que posiblemente viví, no era simplemente un ejercicio mental; era una experiencia visceral, una inmersión profunda en las aguas turbias de la memoria. Era revivir esos momentos, era traer a la superficie recuerdos que se escondían en lo más profundo del subconsciente, aguardando pacientemente su momento para emerger y reclamar su lugar en mi vida.
Entre esos recuerdos se encontraban momentos de alegría, de tristeza, de ira y de desilusión, todos enterrados bajo las capas protectoras de un subconsciente que buscaba resguardarme del tormento que alguna vez soporté. O al menos, así era como solía creerlo. Pero la verdad era que esos recuerdos nunca desaparecían realmente; persistían, agazapados en las sombras, como bestias acechantes que esperaban su oportunidad para atacar.
Cuando me informaron que tendría que regresar al hospital para someterme a más evaluaciones médicas, al principio me resistí a considerarlo por completo. La idea de revivir la experiencia de estar internada, de enfrentarme a médicos y procedimientos desconocidos, me llenaba de ansiedad y temor. Sin embargo, poco a poco fui comprendiendo que era lo mejor para mí, que era necesario para obtener respuestas y avanzar en mi proceso de sanación.
No sería como volver a ser internada; serían solo algunos estudios y volvería a casa en un abrir y cerrar de ojos. Pero incluso así, el mero pensamiento de volver al entorno hospitalario desencadenaba una cascada de emociones conflictivas en mi interior. A veces me resultaba difícil entender a esas personas que deseaban pasar por lo mismo que yo u otras, como si creyeran que no dolía. Aunque quizás no lo fuera tanto físicamente, el dolor del alma era mucho más profundo que cualquier herida superficial, y dejar atrás esas experiencias traumáticas era un proceso que llevaba tiempo y esfuerzo.
No poder recordar mi propio pasado era agotador, una lucha constante que consumía mi energía mientras intentaba recuperar la memoria sin éxito. Cada intento se convertía en una batalla cuesta arriba, una carrera contra el olvido que a menudo parecía estar ganada de antemano. Y al final, todo lo que quedaba era una fantasía distorsionada, una versión difuminada de la realidad que me sumergía en una pesadilla de incertidumbre y duda.
Y con el tiempo, esa pesadilla se convertía en un abismo de depresión, ansiedad y agonía, consumiéndome lentamente hasta el punto de sentirme perdida en la oscuridad de mi propia mente. Cada día era una lucha por mantener la cordura, por encontrar una chispa de esperanza en medio de la desesperación. Y aunque el camino hacia la recuperación fuera largo y tortuoso, seguía adelante con la esperanza de encontrar la luz al final del túnel, de volver a encontrar mi camino en medio de la oscuridad.
ESTÁS LEYENDO
Sweet Agony (+21) (Broken Heart I)
ChickLitTERMINADA -Liam Harrison- Había dicho ese hombre en un hilo de voz suave y relajado. Escucharlo me dejó estática, había reconocido su voz en el fondo de mi interior, más no podía encontrar un rostro conocido, era extraño lo que sentía. Me erguí y le...