Confesión.

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-¿Seguro que puedo quedarme? Puedo buscar otro sitio.

Pregunta mientras entran en el apartamento del mayor.

-Que sí, ya te lo he dicho.
-No era necesario.
-Te has quedado sin casa y Horacio vive con Volkov. ¿Le ibas a pedir habitación a Leónidas?

El rubio sonríe débilmente.

-Te lo he propuesto yo, así que no me importa.
-Pero van a ser varios días, no quiero molestar. Ya bastante le molesto en el trabajo.
-Eso es verdad...
-Pues por eso, mejor me voy.
-Que no.

Le quita las cosas de las manos y las deja en el sofá.

-Tómatelo como... un favor que me cobro.
-¿Un favor? ¿Cuándo le he hecho yo un favor?

"Todos los días", piensa el mayor.

-Pues... el otro día...

Se miran, el rubio levanta ambas cejas.

-...cuando me quedé en el despacho, borracho. Me acompañaste hasta casa.
-Bueno... pero no se compara a esto. Solo fue un rato, hasta que se echó a dormir la mona y yo me fui.
-Bueno... da igual. No voy a dejar a uno de mis agentes durmiendo en un hotel de mala muerte. Me da igual el tiempo que estés, ya nos arreglaremos.
-Está bien...

Se miran en silencio.

-¿Quieres ir a tu habitación? Como ha sido improvisado es posible que esté un poco... revuelta.
-Puedo dormir en el sofá.
-No vas a dormir en un sofá, teniendo una habitación sola para ti.

Se miran de nuevo en silencio.

-¿Por qué tantas molestias? Podría haberme deseado suerte y ya, como siempre. ¿No se supone que me odia?
-No te odio, Gustabo. Nunca lo he hecho, ¿por qué lo dices?
-Por su forma de tratarme.
-¿Te estoy tratando mal ahora?

Dice acercándose a él.

-No y por eso me extraña todo esto.
-Tú tampoco eres igual ahora que en el trabajo.
-¿Me está diciendo que aparenta?
-¿Y tú?
-He preguntado primero- el mayor suspira.
-Soy el Superintendente, tengo aparentar seriedad delante de todos. Y autoridad. Ahora solo soy Jack, estoy en mi casa.

Se encoge de hombros y empieza a aflojarse la corbata, bajo la atenta mirada de Gustabo.

-¿Y tú?
-Yo...

Sigue mirándole, cómo ahora se abre un par de botones de la camisa.

-Sí...
-Yo sigo siendo Gustabo.
-¿Entonces tú no aparentas?
-Sí... aparento estar entero y ser divertido.

El pelinegro le mira en silencio, observando su cara, sus ojos.

-¿Estás... roto?

El rubio baja la mirada y juega con sus manos.

-Aquí estarás bien.

Se miran y el mayor le sonríe cálidamente.

-Gracias.

Consigue una sonrisa del menor, haciéndole sentir mejor.

-Sígueme.

Y sin decir palabra, avanzan por la casa hasta la habitación de invitados.

-Si quieres sábanas nuevas, toallas... lo que sea, pídemelo. Mi habitación es la de al lado- el rubio asiente.
-Gracias de nuevo... Jack.

Se miran y el mayor le sonríe levemente asintiendo.

Cada uno se va hacia su habitación, a pensar en sus cosas y, sin saberlo, a pensar en el otro.

——

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