Faldas.

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• Leve smut.
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Todo cambió el día que Volkov y Conway vieron en falda a Horacio y Gustabo.

Se presentaron en comisaría para comenzar un nuevo día de multas y persecuciones y decidieron ir en falda, porque la ropa no tiene género y les gusta lucirse.

Conway y Volkov hablaban en recepción tranquilamente cuando Greco silbó, admirando y destacando su atuendo. Los mayores se giraron hacia el sonido y los dos podían jurar no haber visto a nadie que le sentara mejor una falda que a ellos.

-Señores, cierren la boca- dice entre risas Torrente.
-Calla, capullo.
-Yo solo aviso, que son ustedes muy obvios.
-¿Tanto?- pregunta preocupado el ruso.
-Un poco, pero más el supeh- se une Leónidas a la conversación.
-¿Yo por qué?
-Porque está usted siempre muy serio y ahora mismo le cuesta respirar.
-Joder.
-Lo sentimos.
-No, hombre. No pasa nada. Es normal, los chavales no están nada mal.
-Eh, cuidado con lo que dices.
-Señor, que no he dicho nada que no sea verdad.
-Torrente, tío. Que te degrada.
-Los cojones.
-No me desafíes.
-Usted puede estar tranquilo, que yo tengo ojos para ver y boca para comentar en confianza. No voy a hacer nada. El novio de una amigo se respeta.
-Más te vale.
-No es mi novio- Leónidas y Torrente ríen a carcajadas- ¿Qué?
-Uno no lo niega y el otro sí.
-Se le nota a kilómetros, supeh.
-Me cago en...- gruñe y los demás ríen.

Mientras, a unos metros, Greco, Gustabo, Horacio y Moussa hablan sobre el estilo de los jóvenes.

-¿De dónde las habéis sacado?- pregunta el de barbas.
-Pues en la tienda que está aquí cerca. ¿Guapas, eh?
-Son muy bonitas, señores- comenta Moussa.
-Gracias... ¿creéis que nos regañarán?

Pregunta Horacio, tímido, mirando a sus superiores que no les han quitado ojo.

-Si me regañan, me la suda. Es solo una falda.
-No creo que os regañen... es más, creo que les gusta.

Miran a los mayores y estos dos desvían la mirada. Ríen levemente.

-Voy a ver- dice Gustabo.

Se sube un poco más la falda, se arregla la camisa y se acerca a ellos con una sonrisa divertida.

-Buenas, super. Chicos...
-Buenas- contestan todos.
-¿Qué... qué es lo que lleváis puesto?
-Bueno, es un poco obvio. Es una falda, ¿le gusta?- Conway hace una mueca- Mire.

Da una vuelta sobre sí mismo, haciendo que la falda vuele un poco y se levante. Conway desvía la mirada.

-¿Me queda bien?
-S-Sí.

Tartamudea y Gustabo sonríe pícaro.

-¿Puedo trabajar con ella?- se miran.
-Supongo que sí pero todos los días no.
-Los días que usted me diga, abuelo.

Conway achina los ojos detrás de sus gafas oscuras y Gustabo sonríe inocente.

-Horacio pregunta lo mismo. Le encanta la falda y le queda de miedo.
-Sí- contesta deprisa Volkov.

Todos le miran y su cara se cubre de rojo. Ríen.

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Horas después, los mayores y los dos jóvenes toman un descanso.

Los mayores quieren quejarse y decir que lo han pasado mal pero no es verdad.
Lo han pasado mal cuando han acabado en el hospital por un disparo en el hombro después de estar distraídos por mirar cómo las faldas se movían y a veces se veía de más.

Los jóvenes no se quejan, lo hacían a propósito.
Sentían sus ojos encima de ellos y se movían más descarada y exageradamente haciendo que las faldas volaran más.

-Qué puto calor hace.

Dice aflojándose un poco la corbata.

-Yo estoy bien.
-Y yo, creo que es por las faldas, que vamos... muy fresquitos.

Dice el rubio con una sonrisa; Horacio ríe en silencio. Conway suspira y Volkov traga saliva.

-Por cierto, super. ¿Podemos hablar en privado? Necesito hablar con usted sobre un compañero.
-Claro. ¿Algo grave?
-Espero que no.

Le sonríe.

-Le espero en el despacho.

Se va moviendo las caderas y Conway suspira de nuevo.

-Que vaya bien- sonríe Horacio.

Conway se aclara la garganta y sube a su despacho.

-No van a hablar.

Dice riendo Horacio mientras salen de la comisaría, yendo a la parte del garaje.

-¿Cómo que no? ¿Le va a hacer algo?
-Uy, espero que muchas cosas.

Ríe y Volkov abre los ojos.

-Ah, sí. Le quería enseñar algo.

Paran en un lateral del edificio, Horacio le sonríe divertido, Volkov le mira raro.

-Es sobre la falda, mire.

Levanta una pierna y la pone en la pared, dándole vía libre al comisario para ver más allá. El ruso se tapa la cara con ambas manos.

-¡Horacio! Tápese.
-¿Por qué? Si quiero que mire. Hay como una marca... aquí.

Coge una mano del ruso y la pone en su muslo. El de cresta reprime un jadeo al sentir la gran mano del ruso y el más alto se muerde el labio disimuladamente al sentir su piel suave.

Se miran.

-H-Horacio...
-Es más arriba...

Mueve la mano del comisario, subiendo más por el muslo.

-¿Lo nota? La tela es como... rara.
-S-Sí... ¿es... algodón?
-Creo que sí. Pero toque, no se preocupe. Leónidas sabe más de esto, así que a lo mejor se lo pregunto a él.
-Yo también sé.

Mueve más la mano por su muslo.

No hay tela, los dos lo saben pero al menor le gusta jugar y el mayor no quiere admitir que también le gusta.

-¿Puedo...?
-Claro.

El menor sonríe, baja la pierna y se acerca más al mayor.
Este último pasa la mano a su trasero y lo toca con su mano, sin demasiado esfuerzo.

Horacio se permite apoyar la frente en el pecho del mayor y se muerde el labio al notar cómo le toca.

-Es muy buena tela.

Dice bajando el volumen el ruso. Horacio traga saliva.

-Gracias, me ha costado bastante.
-Ajá...

Con su otra mano, sujeta la espalda del de cresta y lo gira, apoyándolo en la pared. Se miran a los ojos unos segundos y los dos se lanzan a besarse.

Suspiran al chocar los labios, Horacio rodea el cuello de su ruso y este lo levanta del suelo.
Rodea su cintura con sus piernas, el mayor vuelve a poner sus manos en sus nalgas, por encima de la ropa interior, y se besan con más intensidad.

-Nos van... a ver...- jadea el ruso.
-Ya.

Ríe y vuelven a besarse.

Volkov aprieta sus nalgas y Horacio suelta un gemido; no se lo esperaba.
Se miran.

-¿Te he hecho daño?
-No... no me lo esperaba- ríen.

Horacio roza sus narices y juega con las ganas de besarse del mayor.

-Puede apretarme así cuando usted quiera, comisario bombón.

Sonríen, Horacio le muerde el labio y vuelven a besarse.

-Ponte falda siempre que quieras... por favor.

Hace reír a carcajadas al menor.

-Si me lo pide así... por supuesto.

Sonríen, le vuelve a apretar consiguiendo un suspiro y se vuelven a besar.

Ya se ocuparían después de un par de ojos grises y barba abundante que grababan todo.

InsatiableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora