Navidad.

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Diciembre acababa de empezar en la ciudad de Los Santos y, con él, la Navidad.

Toda la ciudad se cubría de nieve y estaba iluminada por miles de luces y algunos árboles decorativos por varias zonas de la ciudad.

Este año el presupuesto de la ciudad era más elevado e invirtieron en altavoces por distintas calles céntricas de la ciudad por donde se podían escuchar villancicos y canciones típicas de la época.

Tanto era así, que la comisaría de policía no se podía quedar atrás, a pesar de las múltiples quejas por parte del superintendente.

Desde que perdió a su familia, empezó a ver de otra manera estas fechas y ya no las sentía igual.

Un rayo de esperanza, con ojos azules y sonrisa embriagadora, le hizo cambiar de opinión las navidades pasadas, justo cuando llegó a su vida. Él y su amigo de crestas.

Esos dos, que ahora discuten por una guirnalda.

-Estoy hasta los huevos, Horacio.
-No es mi culpa que no sepas decorar.
-¿Pero en serio no ves que ahí no queda bien?
-Queda de puta madre. Simplemente no ha sido tu idea y solo pones quejas, pesao.
-Vete a la mierda, tío.
-Dejad de pelear, supernenas- interviene, sin dejar de mirar el papeleo desde el mostrador de recepción.
-Jack, dile que tengo razón.
-No, dámela a mí, Conway. Él no tiene gusto.
-Bueno, bueno, nenas...- levanta la vista de los papeles y los mira.

Ambos están subidos a unas sillas para llegar mejor. Ahora los dos le miran con los brazos en jarras.

-Los dos tenéis buen gusto.
-No vale decir que tiene buen gusto solo porque estáis saliendo. No es justo.

Jack ríe y se quita la gafas.

-Pero es que lo tengo, ¿no le has visto?- señala al mayor.
-Desisto. Haz lo que te salga de los huevos- tira la guirnalda y se baja de la silla.
-No te enfades...
-Que me dejes.
-Volkov está en mi despacho... por si te quieres pasar a verle.

Los dos se miran y el mayor le guiña un ojo. Horacio suspira con una sonrisa y asiente, yéndose.

-Es un niño pequeño...
-No estoy muy seguro de eso- dice cruzándose de brazos; Gustabo suspira ante eso.
-Anda, ayúdame.

El mayor se sube a la silla y entre los dos cuelgan la decoración. Se bajan y la miran en silencio.

-Queda horrible.
-No te lo quería decir... pero sí.
-Joder...
-Luego te disculpas- el rubio asiente.

Gustabo recoge el resto de cosas y Conway se sienta detrás del mostrador de la recepción, para seguir con los papales.

-Esta época le pone más sensible... se acuerda de su madre y... - suspira- ...y a mí siempre se me olvida eso.
-Le entiendo.
-¿Por eso estás tan suave estos días?
-Es posible- el rubio sonríe.

Sin darle tiempo a reaccionar, le aparta un poco del escritorio y se sienta de lado en sus piernas.

-Gustabo...
-No hay nadie cerca... solo quería abrazarte.

Le rodea por la espalda y apoya la cabeza en su hombro. Jack acaricia su espalda y deja un beso en su hombro.

-¿Todo bien?
-Sí... ¿y tú?
-También bien.
-Todos nos acordamos de nuestras familias... son fechas... raras.
-Pues sí...- abraza al rubio más fuerte.
-Gracias.
-¿Por qué?
-No sé... simplemente gracias.

Se miran, se sonríen débilmente y el mayor besa su frente.

-Diez minutos y nos vamos a patrullar.
-Guay- sonríen.

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