Hermanos

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⚠️ Advertencias ⚠️

•Muy soft.
•Pogo

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El gran puesto de superintendente y el de subinspector quedaban muy bien en su placa pero cada vez se iba haciendo más complicado conciliar vida privada con el trabajo.

Era sábado y por fin los dos habían conseguido tener el mismo día libre.

No lo querían para hacer nada importante, solo para estar tumbados en el sofá viendo algo en la tele y estar juntos.

Y así estaban: el mayor tumbado en el sofá, con la espalda en uno de los reposabrazos de este y el rubio entre sus piernas, descansando la espalda en el pecho del mayor.

–No sé cómo pueden hacer este tipo de series. ¿No se informan o qué? Así no se hacen las cosas— gruñe el mayor.
–Ya ves que no, Jack... deja de quejarte y disfruta.
–No puedo disfrutar de algo que está mal hecho— el rubio suspira.
–Pues pon algo tú— le da el mando.
–No, si tampoco hay nada interesante.
–¿Entonces qué propones?
–No lo sé— suspira.
–Bueno, pues nos quedamos en silencio y disfrutamos, que estoy hasta los huevos de la gente en comisaría.

El mayor ríe y rodea con sus brazos al rubio, este sonríe y cierra los ojos, suspirando.

Cuando más tranquilo está, empieza a notar unos besos por su cuello. Sonríe y lo deja, para ver qué hace.

El mayor sigue besando su cuello y empieza a mordisquearlo suavemente, subiendo a su oreja, besándola y erizandole la piel al rubio.

–¿No habíamos... dicho... en silencio?— se revuelve un poco por las cosquillas.
–Ya... pero podríamos aprovechar un ratito— el rubio ríe.

Se separa, se gira y sonríen. Se sube encima de las piernas del mayor y comienzan a besarse, con ganas.

Entre besos y suspiros, el rubio le quita la camiseta al pelinegro y toca sus pectorales y bíceps, suspirando.

El mayor sonríe al notarlo y lleva sus manos al culo del más bajo, apretándolo y haciéndole gemir levemente.

Lo sujeta bien y lo tumba en el sofá, quedándose encima del rubio.
Siguen besándose y tocándose pero entonces, tocan el timbre, rompiendo el momento.

El mayor gruñe.

–No abras— susurra el rubio.
–¿Seguro?
–Shh... ven aquí— tira de él y vuelven a besarse.

Pero el timbre vuelve a sonar.

–Pesados— susurra el rubio.
–¿Jack?
–¿Qué cojones?— se separa al oír su nombre.
–¿Le conoces?
–Creo que sí.

Se levanta deprisa y abre la puerta.

–¡Jackie, hermanito!

El desconocido se lanza a sus brazos y el mayor le sujeta. Gustabo mira todo con mala cara y con la mano en la pistola.

–¡Wow, wow! ¿Eso es una pistola?— Gustabo le apunta a la cabeza.
–Gustabo, baja el arma— dice, poniéndose delante de él.
–¿Le conoces?
–Ya ves que sí— se acerca a Gustabo— Cariño, baja el arma— dice poniendo una mano en el cañón de esta.
–Está bien— lo hace y se la guarda en el pantalón.
–Menudo recibimiento.
–Cállate— dicen los dos al mismo tiempo.
–Déjame que te presente... Gustabo, él es Nick...
–Hunter.
–Nick Hunter... mi hermano.
–¿Qué?
–Nick, él es Gustabo... mi pareja.
–¡Encantado, cuñado!— le coge la mano al rubio y lo zarandea.
–E-Encantado, sí...— mira al mayor— ...nunca me dijiste que tenías un hermano.
–Ya... porque lo daba por muerto— se cruza de brazos y mira al menor.
–Ya... eh... gran historia esa, sí— se rasca la nuca.
–¿Y cómo que Hunter? Tú eres Conway.
–No es mi verdadero nombre, Gustabín. Igual que Hunter no es el suyo.
–No lo es, cierto. Es lo que tiene estar huyendo siempre.
–¿Y de quién huyes?
–De la DEA.
–¿¡Cómo que de la DEA!?— exclama el rubio.
–¿Y tienes los santos cojones de presentarte aquí?— dice el pelinegro cogiéndole por el cuello de la camisa y levantándolo del suelo.
–Puedo explicarlo, Jack.
–¿Puedes explicarlo? ¡Tú eres un anormal! ¿Sabes que podría hacer una llamada y denunciarte, verdad?
–Lo sé... lo sé perfectamente.
–Joder, tío. Definitivamente, eres gilipollas— añade Gustabo.
–No tenía a nadie más a quien recurrir y me están pisando los talones— el mayor le suelta de golpe.
–Qué ganas de darte de porrazos ahora mismo— gruñe el pelinegro.
–Ya... gracias— se coloca la ropa— ¿No te alegra verme?
–Hasta que has dicho que te buscaba la DEA, sí. Ahora mismo no— el joven ríe y la pareja lo mira de brazos cruzados.
–Bueno, pues olvida lo que he dicho y hagamos como si nada.
–¿Qué quieres, Nick?
–Nada.
–Di y terminemos esto.
–Solo quería pasar tiempo contigo y ahora que lo sé, con mi cuñado también— le sonríe a Gustabo y este le devuelve la sonrisa débilmente.
–Eso no se lo cree nadie. ¿Quieres dinero?— pregunta, abriendo su cartera.
–No... bueno, sí pero no es eso.
–Toma— escribe un cheque— Cinco mil dólares. Te da para huir del país.
–Gracias... pero no, de verdad. Quiero pasar tiempo contigo.

InsatiableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora