Brown II.

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-Se acabó, vámonos. Yo me encargo de él.

Dijo Volkov sujetando el brazo de su pareja y haciendo que se levantara y salieran del despacho.

-¿A dónde vamos?

Silencio.

-Vik...
-No me llames así.
-Pero...
-Calla.

El menor suspiró y se dejó llevar a regañadientes.

Minutos después, entraron en uno de los despachos del CNP, el más apartado.

-Siéntate.
-No quiero.
-Horacio.
-¿Pero por qué te enfadas?
-Porque siempre la estáis liando, ¡trabajáis para el puto CNP! Tenéis que mantener una imagen.
-La imagen del CNP ya estaba en la mierda antes de entrar nosotros.
-Retira eso.
-Es la verdad. ¿Por qué no nos crees ahora? ¡Estoy harto de que nunca nos toméis en serio! ¡Harto!
-Cálmate.
-¡Olvida que soy subinspector! Soy tu pareja, te debería de bastar para creerme.
-A mi pareja me la creo. A mi compañero no.
-¿¡Pero por qué no!?
-¡Porque no! ¡Y a las pruebas me remito, Horacio!
-¡Pues si tanto te remites, deberías haber visto que fue en defensa propia!
-¿Y Gustabo?
-¡Me la suda Gustabo! Estoy hablando de mí. De nosotros.
-No metas nuestra relación en esto.
-¡Me pones en duda todo el tiempo! ¡Me estoy cansando!
-Yo sí que me estoy cansando.
-¿Ah, sí? ¿De qué?

Dos segundos después, el ruso plantó un beso en sus labios.

-Hablas demasiado.

Susurró y su pareja le miró atónita.

-¿Qué...?
-Claro que te creo. Al subinspector Dan y a Horacio.

Este último sonrió débilmente.

-¿Y por qué te pones así siempre?
-Tengo que aparentar.
-¿Delante de quién? ¿Del Super?- asintió- Pero si el viejo sabe que te derrites por mí.

El mayor mordió su labio inferior con una sonrisa. Horacio sonrió ante eso y puso una mano en el cuello de su ruso sin dejar de mirarle a los ojos.

-Lo sabe pero me llamaría 'blandengue' si no te regañara un poco.
-Tengo que admitir que me he asustado un poco.

El ruso rió levemente y miró esos ojos bicolor que tanto le gustan.

-Pero también admito que me ha puesto bastante.

Los dos rieron e inconscientemente empezaron a andar hasta dar con la mesa del despacho, sin dejar de mirar a los ojos.

-Es usted un peligro, señor Pérez- susurró.
-Mm... sí, tal vez...- se acercó a su oído-...comisario bombón.

El mayor se volvió a morder el labio inferior y dejó escapar un leve gruñido ante eso.

En un movimiento rápido, sentó a Horacio en la mesa y este admiró los dos metros de altura de su imponente pareja.
Se besaron y, mutuamente, empezaron a desvestirse.

-Estás mamadísimo.

Susurró mientras pasaba sus manos por sus bíceps, que le rodeaban.

-Me lo dices siempre.
-Es que cada día estás más mamadísimo.

Rieron, Volkov apartó las cosas del escritorio y tumbó a Horacio en ella, poniéndose encima, sin dejar de besarle.

Una mano de Horacio bajó por el cuerpo de su pareja hasta encontrar sus pantalones y el creciente bulto que estos escondían; sonrió al sentirlo.

-¿Me has echado de menos?

Preguntó, mientras masajeaba con una mano y con la otra le abría el pantalón.

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