Conocerse.

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Un choque.
Un golpe.

Una mirada.

-Mira por dónde andas, capullo.
-Perdone, ¿es usted policía? Veníamos a poner una denuncia.

Otra mirada, de arriba a abajo.

-¿No sabes quién soy?
-Mm... no, pero será un placer saberlo.

Sus ojos azules brillaron al acabar la frase y una media sonrisa apareció en la cara del más mayor.

-Soy el Superintendente Jack Conway; Dios para ti.
-Encantado, Superindignado. Mi nombre es Gustabo y ellos son Horacio y Segismundo.
-Conque... Gustabo.
-Sí, con 'b' de 'bombón'.

El mayor reprimió una carcajada y siguió mirando sus orbes azules. Por el contrario, Gustabo miraba sus ojos color café, creando una bonita combinación.

-Está bien, supernenas. Yo os atenderé.
-Puedo hacerlo yo si lo prefiere, jefe- interrumpió otro agente, con pelo del color de la plata y acento ruso.
-Sí, p-puede hacerlo él, si quiere.

Habló esta vez Horacio, perdido en los ojos grises del agente; este le dedicó una débil sonrisa.

-Tranquilo, Volkov. Ya me ocupo yo.
-10-4, procedo a hacer un 10-10. Que tenga buen servicio.
-Gracias.
-Hasta luego, agente bombón.

Dijo risueño Horacio. El mencionado le miró extrañado por encima de sus gafas y sin decir nada más, se marchó.

-Un respeto.
-Eso, Horacio, tío.
-Lo siento, solo le he dicho 'adiós'.
-Para empezar es un comisario, así que merece más respeto. Y para terminar, le has llamado 'bombón'.
-Yo solo digo lo que veo.

Dijo, cruzándose de brazos, falsamente ofendido.

-La denuncia...- habló finalmente Segismundo.
-Ah, sí, sí. Queríamos denunciar a unos imbéciles...- el mayor se cruzó de brazos-...quiero decir, a unas personas no mentalmente maduras en Twitter.

Conway sonrió, sin poder evitarlo. Y como también, sin poder evitarlo, ese chico de ojos azules, pelo rubio y alegría rebosante, le había alegrado el día.
Sin quererlo ni merecerlo.

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