Dylan Adams¿Se han detenido a pensar alguna vez en lo bueno que es el café? Un regusto amargo con la cantidad exacta de dulzor para resultar agradable.
Tomo un sorbo más del líquido caliente para después apartar la taza de mis labios y dejarla sobre la mesa.
Tiro de mis hombros hacia atrás presionando mi espalda sobre la silla. Dejo escapar una lenta exhalación.
¡Que silla tan cómoda!
Le echo una ojeada al libro que descansa sobre mi regazo. Por más que lo leo no termina de convencerme.
Pero eso no me quitará la sonrisa hoy.
Por primera vez en muchos días vuelvo a experimentar ese sentimiento de paz.
Cuando salí de los límites de Springfield recuerdo sentirme de está misma manera, con la seguridad de que solo yo tenía el control de mi vida. Y esa seguridad no me duró más que un par de horas hasta que una chica loca me golpeó con una revista.
Sonrío al recordarlo. No creo que ese acto haya sido intencional, fue una mera reacción de reflejo. Pero nunca se sabe. Jayleen Miller es muy lista. Más de lo que imaginé.
Y esa es otra razón por la que voy a disfrutar con esto todavía más.
Tomo nuevamente la taza de café entre mis manos. Mis dedos se deslizan fácilmente sobre la superficie de la porcelana tibia.
No me inmuto cuando escucho el sonido de la puerta. De hecho, ya se había tardado un poco.
No pasan ni dos segundos cuando esa cabeza castaña con mechas azules entra con pasos furiosos en la cocina.
La expresión asesina de Jayleen me hace tanta gracia que bebo otro trago de café para ocultar mi sonrisa.
Ella se planta enfrente de la mesa con sus ojos escrutadores todavía clavados en mí. Lleva el cabello sujeto en dos coletas medio despeinadas que la hacen lucir como una niña en medio de una rabieta.
— Hola — digo con una sonrisa para romper el silencio — ¿Quieres café?
Jayleen frunce el ceño con más irritación que desconcierto, sé perfectamente por qué está aquí y casi puedo adivinar el comentario sarcástico que está a punto de salir de sus labios, pero antes de que lo haga levanto la carpeta que estaba sosteniendo en mis manos y la deposito sobre la mesa.
La reacción es instantánea. El color se drena un poco de su rostro, sus labios se separan un par de milímetros y sus ojos se agrandan ligeramente. Lo que sea que fuera a decir debió de haberse quedado atorado en su garganta.
Sonrío en mi interior. Había olvidado lo bien que se siente tener el control, y ahora mismo Jayleen sabe que yo lo tengo.
— Quizás debas sentarte — le sugiero — Creo que deberíamos conversar un rato.
Ella aparta la vista rápidamente de la carpeta y la posa en mi. Su expresión perpleja se mantiene ahí por un segundo antes de volverse completamente neutral quizás con la intención de informarme que estoy cometiendo un error.
Pero no funcionará. Y ella debe verlo en mi cara.
Si se están preguntando qué mierda pasó conmigo desde que regresé del supermercado, bueno, les cuento.
* * * * *
La maldita puerta no se abre.
Tomo una respiración honda para calmar mis nervios. Una vez que lo consigo vuelvo a fijar mi atención en el cerrojo. Uso uno de los alambres como palanca mientras trato de mover el otro dentro del ojo de la cerradura.
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Nadie puede con Jayleen Miller
RandomJayleen Miller es una joven universitaria de veinte años. Y en el mundo solo existe una palabra que ella adora. "Libertad". ¿Cuántos chicos no desearían decir que no dependen de sus padres? Bueno, Jayleen es lo que se podría describir como independi...