Jayleen Miller
—Él no lo hizo.
—Si.
—No.
—¡¿Qué no ves que Giselle se está partiendo de risa?!
Mi traicionera amiga está echada sobre su cama sosteniendo su estómago mientras lanza carcajadas al evocar las imágenes de hace unas horas.
— ¡Tenías que haberlo visto! — dice entre risas— ¡Fué tan divertido!
-—¡Giss! — le reprocho.
— No puedo creer que cayeras con algo tan simple Jay.
Gruño. Yo tampoco.
— Aún no puedo creerlo — dice Erick sacudiendo la cabeza — ¿Jayleen Miller? ¿Callendo en un ridículo cliché? Es difícil de aceptar.
—Tomé fotos —dice Giselle pasándole su celular. En serio, solo tu mejor amiga hace eso cuando estás en medio de una crisis existencial. Erick examina la pantalla y no tarda mucho en estallar en carcajadas.
—Pareces un pitufo Jay.
Bufo y le quito el teléfono de las manos. Mis ojos clavándose en la imagen. En la fotografía aparezco yo con una mirada de querer matar a cierto chico en específico. Pero lo que más resalta, obviamente, es mi cabeza empapada de pintura azul.
¿Cómo caí con algo tan básico, tan poco profesional? No era más que una maldita cubeta sobre la puerta.
—Esto es una declaración de guerra oficial — comenta Erick — Y sinceramente, creo que Dylan ya se había tardado.
— Concuerdo —dice Giselle— En esta semana han estado a punto de lanzarse uno sobre el cuello del otro.-—ella sonríe — Quizás no debiste provocarlo tanto Jay.
Hago una mueca.
Si lo intenté.
Bueno, al principio.
Un par de veces se me cruzó por la cabeza dejar se hacer bromas. Pero esas ideas se fueron tan rápido como aparecieron.
Pasó una semana entera desde el incidente con el grifo, que la verdad no había requerido mucho esfuerzo modificar. Tengo muchos deberes de la escuela, así que no me da tiempo para planear cosas muy complejas, pero hacía cosas pequeñas que sacaban a Dylan de quicio. Sé que al menos recibió dos descargas eléctricas del apagador, que le corté el agua caliente de la ducha y también volví a aflojar la silla, pero para mí desilusión supongo que ya se lo temía porque antes de sentarse en ella le propinó una patada que terminó desarmandola . Y eso me molestaba un poco, que no diera indicios de estar afectado, que ni siquiera mencionara los accidentes. Nos sentamos en la misma mesa de la cafetería por varios días junto con todos los demás, que se mantenían al margen de nuestras discusiones y cuando nos encontrabamos en la casa también teníamos un inevitable enfrentamiento de palabras. Pero no mencionó las bromas en ninguna ocasión. Y eso comenzaba a estresarme.
Lo que no esperaba en mi jodida vida es que él pusiera sus propios juegos. Los inquilinos me había, gritado, insultado, amenazado con demandarme, golpearme o incluso matarme. Pero ninguno de ellos jamás se encaró a mí de la misma manera que yo lo hacía. Esta es una excepción. Y me produce un alto nivel de irritación y fascinación por partes iguales.
— ¿Y qué vas a hacer? —pregunta Erick — ¿Debo ir buscando cal y una pala?
— Ya me gustaría — le digo — Pero no. Voy a hacer exactamente lo mismo que él.
— ¿Tirarle pintura en la cabeza?
— No.— le pongo mala cara — Voy a ignorar lo que pasó hasta que se me ocurra algo ingenioso.
ESTÁS LEYENDO
Nadie puede con Jayleen Miller
DiversosJayleen Miller es una joven universitaria de veinte años. Y en el mundo solo existe una palabra que ella adora. "Libertad". ¿Cuántos chicos no desearían decir que no dependen de sus padres? Bueno, Jayleen es lo que se podría describir como independi...