Dylan Adams
Tenías que abrir la boca con lo de tus estúpidas comedias románticas.
Debo practicar más seguido los momentos en los que es conveniente quedarme callado.
Gracias a Dios Giselle me salvó de un maratón de burla intensivo. Que espero y no se retome en cuanto ella se vaya. Lo cual será tan pronto termine de resolver un problema con Jayleen de no sé qué cosa que tiene que ver con Iker, Erick y un golpe con una botella de zumo. Cortesía del carácter de Jayleen supongo.
¿Por qué tengo que clasificar tantas mier...cosas? No hay una sola historia que merezca la pena leerse. Lo siento por los escritores pero esto no califica. Sé lo mucho que cuesta escribir aunque se trate de algo sencillo, pero si quieren ser reconocidos y apoyados por una editorial tan grande tendrán que esforzarse más o ganar algo de experiencia.
Doy unos cuantos clicks para archivarlos en la carpeta que he nombrado como Idioteces que jamás deben ver la luz (me sentí mal después de llamarla así, pero no lo cambié) y me dispongo a abrir otro documeno. Pero entonces me percato del silencio.
No cualquier cómodo y ausente silencio, sino una sensación en la piel que te dice que hay ojos puestos sobre tí. Y en efecto, levanto la cabeza para encontrarme con la atenta mirada de Giselle y Jayleen, que me observan como si fuera un nuevo animal en el zoológico.
Espero un segundo mientras les pongo cara de ¿qué me perdí? Pero al no obtener respuesta me veo obligado a hablar.
—¿Qué? — espeto.
Jayleen ladea la cabeza con gesto de concentración y luego hace una mueca de desagrado.
— Eres repugnantemente perfecto para esto — dice más como un quejido.
— ¿Perfecto para qué?— inquiero. ¿Comer cereal? ¿O, ver comedias románticas? No creo que ninguno sea un halago si viene de su parte.
Ella ignora mi pregunta, y en cambio suspira con pesadez. Se detiene un momento antes de volver a hablar.
Lo que tenga que decir parece estar bastante atascado en su garganta.
— Necesito un favor. — declara por fin.
Reprimo el impulso de alzar las cejas.
Así que era eso lo que le atormentaba tanto.
Pedir un favor. ¿Un favor mío?
Jay aguarda a que sopese esas palabras, como esperando a que me ría en su cara y me niegue rotundamente. La idea es tentadora, no voy a mentir, pero aún no me ha dicho qué demonios quiere. Y si algo tengo claro es que debo saber en qué lío me meto antes de aceptar o rechazar lo que sea, con su fama bien podría pedirme que le ayude a ocultar un cadáver.
Creo que sí ese fuera el caso, ella podría hacerlo sola. Y con toda probabilidad el que oculte sería tu cadáver.
Jayleen se toma mi silencio como señal para continuar.
— Tengo que entregar un proyecto importante en un par de semanas, y necesito un modelo para las fotografías que tendré que utilizar — hace una pausa.
Ajá. Creo que ya sé por dónde va el asunto.
Interesante. Muy interesante.
Un músculo de mi cara comienza a tensarse y amenaza con lanzar una sonrisa de triunfo al ver lo mucho que le está costando esto.
Ella desvía los ojos hacia otra parte antes de volver la vista y proseguir.
— O sea, tu — concluye con sencillez.
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Nadie puede con Jayleen Miller
De TodoJayleen Miller es una joven universitaria de veinte años. Y en el mundo solo existe una palabra que ella adora. "Libertad". ¿Cuántos chicos no desearían decir que no dependen de sus padres? Bueno, Jayleen es lo que se podría describir como independi...