Dylan Adams.
La gente es tan curiosa.
Ridículamente curiosa. Y me incluyo en ello.
Puede que me agraden ciertas cosas de algunas personas encantadoras que conozco. Pero el mero hecho de que sean encantadores los vuelve un poco insoportables a mi parecer.
Sí, lo sé, no es que yo lo entienda tampoco.
Quizás es porque yo traté hace algunos años de mostrar esa misma sonrisa deslumbrante y pulcros modales , pero solo sirvió para que mis supuestos amigos me tomaran por el tonto y manipulable Dylan. Me percaté de ello pronto, aunque tampoco se lo dije a nadie, seguí dejando que creyeran que era un juguete que manejaban a su antojo. Me entretenía un poco ver cómo cada palabra que salía de su boca era una mentira todavía más evidente que la anterior. Pero qué podía hacer. La familia de mis padres es muy respetada en la zona donde vivimos y no se podía esperar menos de su hijo. Por eso quedé absolutamente encantado cuando me fuí a la universidad y pude alejarme un poco de todo lo que me rodeaba. Reconozco que a partir de ese momento comencé a ser un tanto más frío con la gente. A mis padres no les gustó, pero tampoco iba a pedirles permiso.
Bueno, el caso es que mi conciencia no se percata del momento en que se forma una idea de las personas. No soporto a algunas que en teoría son agradables, y admiro a otras que desearía poder matar. Y nunca jamás en la vida se los haría saber.
Algo parecido sucede con Jayleen. Pasa la mayor parte de su tiempo siendo sarcástica y sacándome de mis casillas, y de repente ¡Boom!! Hace algo que me desconcierta hasta la médula. Generalmente cuando piensa que no la estoy viendo.
Como hoy.
No sé si debería ir ahora mismo y alardear un poco, tomar una fotografía para posible chantaje después, o meterme a mi cuarto y fingir que no he visto nada.
Los últimos días ha estado un poco más tranquila y ocupada seguramente con alguna tarea de la universidad, pero eso no quiere decir que no me vaya ganar una patada en una zona no deseada si la molesto demasiado.
Pero Dios, esto sería prácticamente un Jaque mate en mi juego.
Después de llevarla en mi auto aquella mañana, milagrosamente ella y Giselle regresaron a la mesa con nosotros. No me quejé solo porque Erick tenía unos ojos de corderito indisimulablemente felices.
Ese parece ser el nuevo rol del grupo ya con todas las cartas sobre la mesa. Erick y Giselle se dedican a babearse la cara, Jayleen y yo tratamos de no participar en las mismas conversaciones, porque eso significaría un inevitable enfrentamiento, e Iker trata de ser el intermediario que se porta bien con todo el mundo y procura que no se maten.
No quiero perturbar la relativa "tranquilidad" que hemos tenido hasta ahora.
Sería la situación perfecta. Pero a parte tengo otras razones para no intervenir en esta ocasión.
Me desperté hace dos minutos porque escuché ruido en la sala, y tardé treinta segundos en decidir que debía levantarme por si era alguien tratando de forzar la entrada.
Era un buen momento para tener un bat de béisbol como en las películas, pero no tenía un carajo a la mano, así que solo llevaba un jodido zapato.
Tal vez sería buen actor, me sentí como en una película de espías, pero mi protagonismo se terminó cuando me asomé a la sala para ver si podía divisar al "invasor", o.......la invasora.
Si, la de siempre.
Lo primero que pensé fue, ¡No me digas que estás poniendo una de tus trampas para otra estúpida broma!
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Nadie puede con Jayleen Miller
AcakJayleen Miller es una joven universitaria de veinte años. Y en el mundo solo existe una palabra que ella adora. "Libertad". ¿Cuántos chicos no desearían decir que no dependen de sus padres? Bueno, Jayleen es lo que se podría describir como independi...