Jayleen Miller
Aún no puedo creerlo. Sigue sin parecer real.
Lo conseguí. Malditamente lo conseguí.
¿Lo ves madre? No son años de estudio tirados a la basura. Si se puede vivir del arte.
Ella tendrá que aceptarlo, antes o después.
Hoy ni siquiera pude esperar para llamar a mi querida jefa y decirle que iba dejar el trabajo de mierda en la cafetería. Ajá, ni un segundo más en ese lugar. No es que fuera completamente horrendo o estuviera mal, pero no puedes comparar trabajar en algo que te gusta a hacerlo por necesidad en cualquier otra cosa.
Por eso creo que me merezco lo de hoy. Es la razón por la que no puse tantas pegas. De verdad quiero divertirme.
A decir verdad creo que todos se lo merecen esta ocasión. Iker podrá relajarse ahora que volvió y que su madre está bien. Giss y yo celebramos nuestro triunfo, y Dylan y Erick dan gracias de que se haya terminado lo de los flashes frente a sus caras cada cinco minutos.
Lo admito, esos dos fueron de mucha ayuda, bueno, en mi caso, Dylan. Tanta que incluso olvidé mi plan que tenía de no hablarle mucho, porque hablarle de alguna manera me calmaba, y necesitaba de esa dosis antiestrés.
Quizás me pasé un poco de efusividad con el abrazo. Pero me disculpo a mi misma por esta vez porque tenía que abrazar a alguien.
Lo difícil fué soltarlo, olía tan bien el desgraciado, confieso que me gusta esa fragancia barata. Gracias a Dios ese pensamiento me dió la bofetada que ocupaba para espavilarme. Aún con eso me he propuesto no preocuparme por nada hoy. Solo quiero una noche de fiesta.
Aunque mi entusiasmo por la idea va mermando a medida que nos acercamos al departamento de Erick.
—Ya deberían estar afuera— dice Dylan cuando nos estacionamos frente a un edificio que he visitado antes junto con Giselle.
—Oh, seguro que no tardan. Iker invierte más tiempo en su peinado que Giselle, pero suele ser puntual— informo en el momento justo en el que localizo a mis amigos saliendo del edificio —Ahí están.
Giselle nos divisa a lo lejos y sacude la mano con una sonrisa de oreja a oreja mientras se acercan. Ella va preciosa como siempre, ese vestido plateado en serio le favorece. Yo me decanté por uno negro a secas, tampoco es ocasión para esforzarme de más.
Pero lo que me llama la tensión es la apariencia de Erick e Iker. Normalmente se visten más formal cuando vamos al club, pero hoy parece que a penas se ducharon, y llevan la chaqueta del equipo de fútbol.
Cuando llegan hasta nosotros Iker y Gissi van directo a los asientos traseros, pero Erick se queda un momento extra y me sonríe desde el otro lado de la ventanilla.
—Hola Jay— saluda.
—Hola.
—Que bueno que decidiste no ser aburrida y venir — celebra— Ahora déjame mi lugar por favor.
¿Es en serio?
Jaja. Podría reírme en su cara.
—Tu lugar es atrás—le señalo. Él mira el asiento trasero y hace una mueca.
—Uh, no —debate— Todo mundo sabe que mi lugar es el del piloto o el copiloto.
—Que pena, Eri. Es mi lugar ahora. Puedes ir a lamentarte al asiento de atrás— le repito con suficiencia.
Él parpadea y me parece que está a punto de irse pero entonces se gira hacía Dylan.
—¡Tío, dile que se quite de mi lugar!
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Nadie puede con Jayleen Miller
RandomJayleen Miller es una joven universitaria de veinte años. Y en el mundo solo existe una palabra que ella adora. "Libertad". ¿Cuántos chicos no desearían decir que no dependen de sus padres? Bueno, Jayleen es lo que se podría describir como independi...