Dylan Adams
— No creo haberte visto nunca con unas ojeras tan grandes — dice Iker.
Bueno, no es la primera vez que las tengo, pero sí que había pasado un tiempo desde que no dormía más de dos horas en una noche.
— Me quedé despierto hasta tarde, tenía algo que hacer — explico.
Erick alza las cejas cuando me escucha, tiene el inicio de una sonrisa pícara temblando en la comisura de los labios.
No es nada de lo que piensas, idiota. Y no por decisión mía.
Llevo toda la mañana esperando que suelte algún comentario sobre lo que ocurrió ayer cuando él y Giselle fueron a casa. Ha mandado un par de mensajes que ignoré porque es la mejor manera de conseguir que dejen de preguntar. Y para ser sincero creo que ha estado bastante tranquilo durante el almuerzo y ha decidido que es hora de lanzar caña. Es lo que pienso al principio.
Pero cuando Erick cruza miradas con Iker su expresión decae un poco, aunque este parece totalmente ajeno a lo que su amigo pudiera estar pensando. Solo recuerdo haberle visto esa expresión una vez, se siente como que fué hace un millón de años aquel día en el que fuimos al cine y él me echó una bronca por haberle dicho algunas cosas muy estúpidas a Jayleen. Si algo me queda claro es que no le gusta ver tristes a las personas a su alrededor. Talvez por eso le encanta bromear e irradiar tanta alegría, quiere que otros lo reflejen en lugar de permitirse estar afligidos.
Hasta este momento no había considerado que la razón de que no dijera nada es que no quería que Iker escuchara. Pero ahora mi memoria trae el recuerdo de hace más de un mes, cuando Iker confesó que había intentado salir con Jayleen una vez, pero las cosas no salieron bien. No me pareció que le diera mucha importancia al asunto, pero no lo sé con certeza, no sé si le dolerá de alguna manera escuchar que nos enrollamos un par de veces.
Enrollamos un par de veces.
Suena hasta raro pensarlo así, yo no soy de muchos rollos, y hace algún tiempo que decidí concentrarme en mis estudios y dejar las relaciones fuera de mi lista de tareas, aunque la idea de cambiar eso se me ha pasado por la cabeza más de una vez.
Últimamente con más frecuencia, ¿cierto?
Eehm.... Debo ir por otro sandwich antes de que se terminen.
Me pongo de pie y me dirijo a la ventanilla donde venden los alimentos. En el último momento cambio el sándwich que tenía planeado por un trozo de tarta y un plato de café, era verdad que tengo sueño, ojeras y necesito energía.
No he podido dormir lo suficiente las dos últimas noches. La primera vez pensé que mi sistema estaba algo inquieto porque acababa de despedirme de Jayleen, y pues....no se quedó como albergaba esperanza. Según mis cálculos solo tenía que mantenerla fuera de mi vista toda la tarde de ayer y otra vez podría dormir como un bebé.
Pero no, mierda, de hecho así es peor. Tengo que pensar en otra cosa.
La parte buena de esto, relativamente, es que decidí hacerlo de nuevo. Había estado haciendo correcciones de mi libro los últimos ocho meses. Pero antier a media noche por fin cogí un cuaderno nuevo, y ya tengo una idea lo suficientemente buena de lo que espero sea otra historia que no se quede a medias. Si al final no me agrada , siempre puedo echarlo a la trituradora, pero mientras tanto me sirve de distracción.
Me funciona más o menos igual que conducir el auto. Al que por cierto Jayleen le llenó el tanque de gasolina. La señorita se niega a viajar en él gratuitamente una vez que el acuerdo está terminando. Es tan cabezota que no acepta que no lo necesito. Pero en fin, si la hace sentir bien tampoco es que sea una deshonra aceptar ese trato.

ESTÁS LEYENDO
Nadie puede con Jayleen Miller
RastgeleJayleen Miller es una joven universitaria de veinte años. Y en el mundo solo existe una palabra que ella adora. "Libertad". ¿Cuántos chicos no desearían decir que no dependen de sus padres? Bueno, Jayleen es lo que se podría describir como independi...