Dylan Adams.
No soy un estúpido crío de primaria al que acaban de cambiar de salón. Sí, me mudé a otra ciudad, pero ni muerto pienso dejar que alguien trate de pisotearme, ya lo han intentado demasiadas veces. Parece que las buenas acciones le hacen creer a la gente que eres un idiota. Bueno, pues no lo soy, y tampoco pienso dar una imagen equivocada.
La universidad de Boston es más grande que Springfield College, pero el sistema es básicamente el mismo, tanto en el ámbito escolar como en la escala social.
Sinceramente no me interesa estar al frente de ninguna de esas estadísticas. Y creo que a los chicos de mi mesa tampoco. Erick me cae bien, de hecho todos me caen bien.
O, mejor dicho, casi todos.
Quizás empecé un poco mal con Jayleen.
Esa idea ronda mi mente desde esta mañana cuando la ví bajar por las escaleras. Lucía un poco despistada. En ese momento parecía casi tierna. Pero hasta ahora las cosas no han estado mucho mejor. Si tan solo ella hubiese ofrecido una simple disculpa ayer, o sencillamente se hubiera quedado callada, tal vez no habría salido tan pronto el lado agresivo de ambos.
Sabía que las chicas también tienen un carácter como ese, pero realmente nunca lo había visto dirigido hacia mí. Las chicas que me hablan suelen ser más....sonrientes.
Pero en fin, a mi qué más me da, su personalidad es problema suyo. Cojo una lata de Coca-Cola de la máquina de sodas. Por un segundo pienso en llevar una extra por si alguien quiere.
Pero mi cabeza me reprende al instante. Que tontería más grande. Que vengan a buscarla ellos mismos.
Me dirijo de regreso a la mesa y me sorprende comprobar que falta una persona.
Jayleen ha desaparecido y la chica que me presentaron como Giselle tiene la cara enterrada en sus brazos que descansan sobre la mesa.
¿Está llorando? Estaba bien hace un segundo.
Las chicas son raras.
Observo a Erick, este parece ligeramente preocupado, su rostro está algo tenso y concentrado en el móvil, pero no muestra intenciones de querer acercarse a su novia.
Me acerco despacio y vuelvo a acomodarme en mi lugar al lado de Iker, pero tan pronto como lo hago este se levanta de golpe.
—Debo irme, nos vemos después.— se despide sin esperar respuesta y sale casi corriendo de la cafetería.
¿Okay? La gente de Boston tiene una extraña manera de comportarse.
O quizás es muy sabia, ya que me acabo de dar cuenta que lo más probable es que me haya quedado varado en medio de una pelea de novios.
Maldigo por dentro, por ello es mejor no complicarse la vida con relaciones.
No es lindo que nadie te preste atención, pero no le doy importancia. Abro mi lata de refresco y meto una cucharada de pasta en mi boca.
Inmediatamente noto que algo va mal.
Al principio solo persivo un sabor diferente aunque no desagradable.
Pero un segundo después mi lengua y mi garganta comienzan a arder tanto que un ataque de tos me obliga a expulsar la comida de mi boca.
—¡¿Qué...... demonios?!— jadeo. Fuego quemando mi paladar. Tomo rápidamente un trago de soda, pero eso solo lo empeora— ¡Mierda!
Escucho una carcajada limpia. Levanto la vista y encuentro a Giselle a punto de morir de risa.
Y pensar que mi estúpida cabeza creyó que estaba llorando.
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Nadie puede con Jayleen Miller
De TodoJayleen Miller es una joven universitaria de veinte años. Y en el mundo solo existe una palabra que ella adora. "Libertad". ¿Cuántos chicos no desearían decir que no dependen de sus padres? Bueno, Jayleen es lo que se podría describir como independi...