Capítulo 20. "¿Drogado?"

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Dylan Adams.

No sé qué carajo paso anoche. Solo sé una cosa segura.

La cabeza me va a estallar.

Acabo de despertar y solo me he dado cuenta de dos cosas. Una, que anoche no me duché y toda mi ropa apesta a licor barato, y dos, que tengo unas ojeras de oso panda acompañada de lagunas mentales.

A ver........ fuí al club ayer. Estaba Giselle, Erick, Iker y.... Jayleen con un vestido de infarto que nunca le había visto.

Oh, sí, esa parte la recuerdo perfectamente.

Ella bailaba con Giselle cuando llegué, y mentiría si dijera que no me quedé un poquito embobado, poquito, pero en mi defensa, eso mismo hice con otras chicas también. Aunque Jayleen debe de tener alguna fama que les causa algo de pánico a los prospectos masculinos porque casi ninguno se atrevía a acercarse, supongo que después del desplante de celos de Erick mucho menos.

Si si, volvamos a dónde íbamos.

Oh, sí. Luego...... bebí con los demás, hablé por cinco minutos con Jayleen, y..... fuí a buscar una chica para bailar. Encontré una, o mejor dicho, ella me encontró a mí, ¿cómo se llamaba? ¿Genevieve? ¿Jennifer? No lo sé.

Bailé con ella, bebí más de algunos tragos que eran cortesía del lugar y también un vaso que nos trajo una chica.

¿Y luego?

Tengo un vago recuerdo de enrollarme con Genevieve un rato antes de que alguien fuera por mí.

Era otra chica .....¿no?.

Es frustrante. Rebusco en mi memoria pero no encuentro nada a partir de ese momento. A saber cómo llegué a casa.

Ah, pero el tío Rick quería que saliera a divertirme.

El dolor de cabeza me martillea fuertemente otra vez. Necesito un vaso de agua.

Me froto la cara y salgo con pasos lentos. Todo parece abrumador esta mañana, no recuerdo hace cuánto no tenía resaca, he perdido la práctica. Hasta la deslumbrante luz del sol me causa un pinchazo de dolor.

Dejo de compadecerme de mi mismo porque no llego más allá de la sala cuando una imagen me hace detenerme en seco.

¿Qué......?

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—Woooow — dice Giselle alargando la palabra — Te ves horrible.

Ya podría yo decirle lo mismo.

Tiene el maquillaje corrido por gran parte de la cara y el cabello más enredado que una escoba vieja. Y está en el suelo, sobre una manta al lado de Erick que también mantiene las manos contra su frente.

— ¿Buenos días? — dice algo confundido — ¿Qué hora es?

— Ni idea.

Me sobresalto cuando recién noto a Iker en el sofá.

¿Qué hacen todos aquí?

— ¿Qué pasó anoche? — murmuro encontrando mi voz atorada dentro de mi garganta.

Erick alza la vista con una muy ligera sonrisa cómplice.

— A tí si que se te fue el norte ¿eh?

Y el sur también, tengo ganas de decirle.

— ¿Cómo llegué aquí? — inquiero esperando que al menos ellos tengan algo más claro que yo.

Nadie puede con Jayleen MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora