Capítulo 30. "¡Te compraré tu maldito café!"

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Jayleen Miller

Tengo un problema. Sí, otra vez. Y uno gordo.

Quizás al principio se preguntaron por qué a pesar de que no soy tímida no tengo muchos amigos, luego se habrán dado cuenta de que mi lengua no tiene recato y eso no entusiasma a la gente. Pero eso sí, cuando encuentro a alguien con quién hablar, debo decir que hasta me compadezco de esa persona, porque no logrará callarme de ninguna manera durante los próximos díez años de su vida.

El problemita es que cuando las personas tienen mucha comunicación todos los días... la confianza crece sin que lo notes. Acabo de descubrir que curiosamente es más fácil tenerle confianza a alguien a quien ya le haz tirado agua a la cara más de dos veces.

Por si se lo preguntaban, Dylan y yo seguimos discutiendo por cualquier tonterías cada cinco minutos.... bueno, cada diez, pero las discusiones ya no acaban en sentimientos asesinos.

Y yo estaba bien con eso. Estuve toda maldita semana bien con eso. Ya saben, hasta me divertían las polémicas.

Y luego Giselle jodió todo mi feliz mundo de ignorancia con dos simples palabras.

—Estás tonteando.

Casi me ahogue con mi propia saliva  cuando lo dijo ayer durante el almuerzo.

—Nadie está tonteando con nadie— escupí.

—Sabes, nunca creí que viviría para ver este día— continuó ella haciendo caso omiso de mis protestas —Oh, y no te imaginas cómo fué de raro al principio. Tú y él, bajando dócilmente de una camioneta todos los días y charlando en la cafetería sin matar a nadie.

Debo decir que me las arreglé bien para no girar los ojos, Giselle es exagerada, con todo, yo podría solo sonreirle a un chico en la calle y ella ya estaría planeando mi boda para la semana que viene.

Me aferré a ese pensamiento para evitar que me afectara lo que sea que fuera a seguir diciendo.

—Creí que todos estaban a favor de no más teatro entre el rubiales y yo— le recordé.

—Y así es— asintió Giss —Erick y yo hemos estado muy agusto en la reciente burbuja de paz y tranquilidad. Pero chica, hasta mi novio, que no es tan observador, alzó una ceja cuando le arrojaste a Dylan ese cojín y los dos empezaron a reírse como idiotas.

—No nos reíamos como idiotas— defendí. Giselle se pensó la respuesta.

—Vale, no como idiotas, pero se estaban riendo.

¿Y eso qué?

El suceso en cuestión al que hace referencia ocurrió cuando Erick vino a casa con Dylan a hacer un par de proyectos que les dejaron en clase. Giselle, como no, aprovechó para venirse con ellos, y al final del día acabamos todos viendo una película desde el suelo de la sala. En ella los protagonistas se pelearon, y la chica le volcó un vaso de agua encima a su pretendiente. Dylan protestó cuando él no hizo nada. " Joder, tú vaciale el florero también, la imagen te hará gracia, te lo digo por experiencia"

No me resistí a arrojarle ese cojín porque sentí que esa pulla iba directo a mí, él había estado retorciéndose de risa con el dichoso vídeo toda la semana, al menos hasta que convencí a Nick de que me mandara los demás. Su risa me confirmó que estaba en lo correcto, y yo reí también por su mala puntería cuando me lanzó el cojín de vuelta.

—....y todo el mundo sabe que cuando te metes con alguien y ninguno se molesta es que están tonteando— continuó Giselle.

Sobra decir que escuché todas sus locas teorías mientras intentaba no perder los nervios por dentro. Pero soy buena aparentando indiferencia cuando quiero, y en ese momento, quería. Y ahora..... también. No es que me esté carcomiendo la cabeza por todo lo que dijo Giselle ayer, jeje, no no, para nada.

Nadie puede con Jayleen MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora