Capítulo 3. "Buena suerte Jayleen"

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Sábado

—¡¿Por qué mierda no se han ido?!
Giss ignora mi pregunta y le presta más atención a su helado de fresa. Es Erick el que me responde.

—¿Segura de que usaste todas tus técnicas?—me pregunta. Eso me ofende.

—Claro que no-—contesto—Existen mil más, pero tienen que estar fuera de casa para mañana. Y lo demás llevará demasiado tiempo.

Giss ríe.

—Parece que alguien no se doblegó ante Jayleen Miller.

—Todos se doblegan ante Jayleen Miller— la miro fijamente-—Pero una semana no es suficiente con esta mujer y su novio que la calma a cada minuto para que no sufra un ataque cardíaco.— suspiro recargandome en el sillón-—Ella es muy parecida a Rihana.

—¿Quién es Rihana?— pregunta Erick con media cuchara metida en la boca.

—Rihana fue una de las anteriores inquilinas de Kara. — le explica Giselle— A Jayleen le tomó un mes entero sacarla de su casa, y la pobre chica sufrió mucho, pero era terca como el diablo.

Gruño.

—Tengo que sacarlos hoy mismo— declaro-—Pero no sé cómo hacerlo sin que me envíen a prisión. Halie ha estado sobre mi todos estos días, pero no se fue ni siquiera cuando le cambié su mascarilla de barro por arena de gato — me quejo golpeado mi cabeza sobre la mesa.

—¿Y por qué no mandas al ratón otra vez?—sugiere Erick. Alzo la cabeza de golpe.

—¡¿A Jerry?! ¡Ni de chiste! Esa bruja casi lo mata la última vez. Quedará traumado de por vida.

Erick sacude la cabeza..

—No puedo creer que te lo quedaras.

Encontré a Jerry escondido en un rincón del cuarto de lavandería. Estaba muy asustado, pero también muy hambriento. Le dí galletas y lo puse en una caja de zapatos.

—Mañana le compraré una jaula-—les informo a mis amigos—Además, ya lo bañé, y quedó esponjosito, como tú cabello Erick.

Erick arruga la nariz. Y pasa una mano por su pelo rizado.

—Tu no eres buena con los alagos.—me dice.

—Nos estamos saliendo del tema— interviene Giselle.—¿Cómo vas a sacar a esas personas de tu casa en menos de cuarenta y ocho horas?

—No sé— gimo cubriéndome el rostro otra vez.

—Algo se nos ocurrirá—me tranquiliza Giselle dándome unas palmaditas en la mano—Lo que necesitas es otro helado para pensar mejor.

—No sabes cuánto te quiero Giss—le digo mirándola con adoración. Pero no sé si está vez podrá sacarme de este lío. Digo, se supone que la experta soy yo. Tengo que pensar en algo rápido.

Giss me pide otro helado de chocolate con galletas. La chica que me lo trae me sonríe amablemente, pero luego sus ojos se desvían y se quedan mirando hacia un costado. A Erick. Él es el tipo de chico que atrae miradas a su paso, y creo que ya tendría a la mitad de las chicas de la universidad pegadas a su espalda si no fuera por su perro guardian que salta en este momento.

—¿Se te perdió algo, zorra?— le espeta Giselle a la chica. Ella da un respingo y se aleja a toda velocidad con las mejillas rojas.

—No seas tan dura Giss— le digo— Ten compasión de las solteronas como yo.

—Tu estás solterona porque quieres—dice mi amiga—Y yo solo protejo lo que es de mi propiedad— recalca cruzandose de brazos.

—¿Tu propiedad?—inquiere Erick alzando una ceja.— ¿Así que ya me pusiste tu nombre igual que a tus lapiceros de la escuela?

Nadie puede con Jayleen MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora