Capítulo 8. "Sin retorno"

68 5 0
                                    

Giselle

Jayleen le sonríe al espejo que refleja su rostro surcado de lágrimas, después su expresión es reemplazada por una de profundo disgusto mientras le saca el dedo a su propia imagen.

Esa vista me destroza. En los dos años que he estado con Jayleen nunca la he visto llorar más que cuando se murió el perrito que rescató de la calle.

Mi cabeza reacciona un segundo después y mis pies avanzan hasta situarse junto a ella.

— Oh, nena, ¿qué te pasa? — le pregunto a Jay mientras le tiendo uno de los pañuelos que llevo en el bolso.

Ella no me responde, pero coge el pañuelo y lo frota furiosamente contra su rostro. Ya no llora, y la conozco lo suficientemente bien para saber que está molesta con ella misma.

— No me pasa nada — contesta por fin.

Serás cabezota Jayleen.

Le hecho una mirada de incredulidad y señalo su cara.

— Es hermosísima ¿verdad? — me pregunta con una sonrisa falsa. Rodaría los ojos si no fuera obvio que le sucede algo. — Ahora, préstame maquillaje por favor.— señala mi bolsa.

Si jugamos al duelo de miradas sé que no conseguiré sacarle ni una palabra, así que accedo de mala gana y tomo un corrector en mi mano.

— Te lo pongo yo — le digo. Jay no me discute, sabe que ella es un desastre con el maquillaje. — ¿Y bien? Dime algo.

— Algo.

Bufo. Está chica es más imposible que yo. ¿Qué pudo haberla hecho llorar? Casi puedo jurar que ella es de acero. Me contó todo lo que pasó con su padre con un desapego sorprendente. Jayleen no es el tipo de personas que esperas encontrarte llorando en un baño. Pero tampoco es el tipo de persona que va a hablar de algo solo porque se lo pidas, solo dirá lo que quiera cuando sienta la necesidad de decirlo. Por esa razón ya no le insisto más mientras extiendo el corrector y polvo por debajo de sus ojos. Si algo sé hacer bien, es disimular los ojos y mejillas inchadas.

Bueno, si Jay está para ayudarme a levantarme y no derramar lágrimas en vano, me alegra que yo le pueda ayudar aunque sea a cubrir las suyas.

— ¿Crees que ahuyento a las personas? — me pregunta un momento después con expresión ausente.

Frunzo el ceño.

— ¿Qué te dijo ese idiota? — le pregunto en cambio. Estaba hablando con Dylan cuando llegué, y solo alcancé a escuchar la última expresión que salió de su boca, algo sobre que nos íbamos a hartar de ella y dejarla tirada. Será cretino.

— Nada importante — dice tensandose — ¿Me respondes?

Suspiro.

— Ahuyentas a ciertas personas — admito — Ahuyentas a la gente hipócrita, y te quedas con la real obviamente — digo señalandome —¿Para que quieres rodearte de un montón de falsos interesados cuándo tienes a tu lado a gente cool como yo que no te va a abandonar ni aunque me amenaces con cuchillo?

Jayleen sonríe con tristeza.

— Eres lo mejor Giss.

— Lo sé — le digo sonriendo — ¿Quieres que mate al idiota por ti? — me ofresco. Después de hacer llorar a Jayleen en serio podría matarlo. Pero ella niega con la cabeza. Alzo una ceja. — ¿Quieres matarlo tu misma?

Una sonrisa se extiende por sus labios.

— Me conoces demasiado bien. —su sonrisa mengua — Pero no. No le menciones nada de esto. A nadie.

Nadie puede con Jayleen MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora