Capitulo 25. "El taller II"

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Jayleen Miller

No corras cobarde.

¿Qué maldita necesidad tenía yo de meterme en esta situación?

Exacto. Ninguna. Ahora mismo podría estar sentada con Amber y Nick mientras me relajo un rato. En cambio, estoy escurriendo de agua mientras trato de atinarle al idiota culpable de todas mis desgracias. ¡Por Dios! Por una vez que intento ser altruista y esto me gano.

— ¡No te muevas, maldita sea! — casi chillo con frustración cuando el torrente de agua no logra alcanzar mi objetivo.

Dylan se mueve fuera de mi alcance y coge un cubo para luego sostenerlo frente a su cuerpo a modo de escudo.

— ¡Suelta eso Jayleen! — exige.

JA

— ¡No tengo ganas! — respondo y vuelvo a cargar contra él.

Esta vez el agua da en el lugar indicado, pero esa estúpida cubeta hace un buen trabajo al repeler parte del líquido.

Muevo la manguera en diferentes direcciones para conseguir un mejor resultado, y sonrío para mí cuando oigo a Dylan protestar.

No me importa, se lo merece.

Por ser tan malditamente desesperante.

Y por mojar mis mechitas azules.

Y porque la ropa mojada le queda increíblemente bien.

Ejem.... sí, también por eso.

El ataque del agua es tan fuerte que lo hace retroceder unos pasos.

Okay, es suficiente. Ya déjalo en paz.

¿Ya? Es que esto es divertido.

No tenemos tiempo, hay planes para esta tarde ¿recuerdas? ¿fotos que deben ser tomadas? ¿un puesto que hay que ganar? ¿te suena conocido?

Bueno, bueno, lo dejo en paz.

Estoy a punto de cerrar el grifo cuando el agua deja de brotar de este por sí sola.

¿Qué carajo....?

Cierro la llave y vuelvo a abrirla para ver si de alguna ridícula manera me las he ingeniado para romperla. Pero la pieza parece estar bien.

— No vas a conseguir nada con eso — dice la voz de Dylan.

Levanto la cabeza hacia él, me toma dos segundos armar las imágenes en mi cabeza.

Él está junto a una llave. No se ve contento.

— ¿Sabías que también se puede cerrar de aquí? — pregunta.

No. Pero eso explica porque se esforzó por llegar hasta allá.

Me limito a voltear los ojos y tirar al suelo mi ahora inservible arma. Al menos me dió un poco de diversión.

— ¿Y sabías....— sigue diciendo Dylan mientras se agacha a recoger algo del suelo — ..... que hay dos mangueras?

Para cuándo dice eso último ya se ha incorporado con dicho objeto en las manos.

Y..... me está mirado.

Ay, mierda.

Tal vez me tenga compasión.

Ni tú te la crees.

Cierto.

Mis pies se mueven antes de pedirme permiso, y les agradezco por ello.

Nadie puede con Jayleen MillerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora