Jayleen Miller.
Aquí estoy. Atrapada en esto. Otra vez.
¿Por qué carajo me dejo convencer siempre?
—¡Baila!
— No.
— ¡Vámooos!
— Baila con Erick.
— ¡Quiero bailar contigo! — se queja Giselle una vez más. —¿Para que traes puesto ese vestido si no es para lucirlo?
¡¿Para qué?! Porque tú me convenciste de ponermelo amiga mía.
Bueno, no solo por eso, me gusta el vestido, tiene solo dos tirantes delgados que descansan sobre mis hombros. La tela azul oscuro se ciñe a mi cuerpo por la parte de arriba y cae un poco más suelta por debajo de la cintura hasta la mitad de las piernas. Lo que no me gusta tanto es la enorme cantidad de piedras brillantes que tiene del lado izquierdo. Bajo la iluminación de este lugar parezco un jodido árbol de navidad.
— ¡¡Por favor Jay!!! — vuelve a suplicar Giselle pasandome un brazo por los hombros — Te juro que no te volveré a pedir nada más en la vida.
Claro, como si fuera a créerte. Noto que sus ojos están un poco más brillantes de lo normal, y con eso sé que la bebida ya ha empezado a subirsele a la cabeza.
— Está bien — acepto de mala gana.
Prefiero bailar ahora con ella medio borracha, que más tarde hacer el ridículo cuando me quiera arrastrar completamente ebria a todos lados.
Giselle suelta un gritito de triunfo y tira de mi hasta el centro de la pista. Les echo una mirada de auxilio a Erick y a Iker antes de girarme, pero los muy idiotas solo sonríen y se despiden con la mano. Con suerte nadie nos notará entre toda la gente que hay aquí.
Giselle comienza a mover los brazos al ritmo de la música y a contonear las caderas. Me pone mala cara cuando ve que no imito sus movimientos.
— ¡Muévete Jay!
Miro alrededor y observo a algunas cuantas personas más bailando como lombrices con sal, supongo que el alcohol ayuda un poco a que te valga mierda si sabes moverte o no.
— ¡Baila como lo haces en la regadera! — el chillido de Giss se pierde entre la gente. Alzo una ceja.
— ¿Cómo sabés que bailo en la regadera?
— Todos lo hacen alguna vez. No es secreto. ¡Ya mueve el culo!
Sacudo la cabeza. Y comienzo a bailar de verdad, solo para tener contenta a esta rubia gritona.
Realmente es muy divertido bailar con Giselle. Y grabarla también. Pierdo la cuenta de las vueltas que damos cuando mi cabeza empieza a marearse debido a todos esos giros. En un momento incluso estoy apunto de caer hasta que siento unos brazos que me sujetan por la cintura. Doy un respingo y me giro hacia la persona que está detrás de mí, es un chico que no he visto en mi vida.
Pero es una muy agradable vista.
Él eboza una media sonrisa de niño Bad boy, y estoy apunto de devolversela cuando escucho la voz de Giselle.
— ¡Quítate! No me dejas bailar. — le reclama a otro chico que trata de sujetarla. Él parece divertido, pero no lo estará por mucho si ella sigue protestando así, sus chillidos son como una maldita alarma que no tardarán en atraer el desastre.
Dicho desastre, llamado Erick, por cierto, parece percatarse de que algo no va bien, solo alcanzo a divisar como alza la cabeza y trata de encontrarnos entre la multitud.
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Nadie puede con Jayleen Miller
De TodoJayleen Miller es una joven universitaria de veinte años. Y en el mundo solo existe una palabra que ella adora. "Libertad". ¿Cuántos chicos no desearían decir que no dependen de sus padres? Bueno, Jayleen es lo que se podría describir como independi...