CAPÍTULO 3: Una visita a la feria

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El fin de semana llegó y me alisto para mi salida con Elian a la feria. Me miro al espejo luego de lavar mi rostro. Aún mi cabello está algo desordenado, logrando cubrir toda mi frente. Me acuerdo de que Owen mencionó que debería cortarlo, pero creo que está bien así. Lo dejaré crecer. Arreglo el cuello de mi camisa azul verdosa de manga larga. Todavía me es un poco grande, por ser de mi padre. Las mangas siempre me quedan muy sueltas. Ajusto el cinturón negro sobre la camisa. No sé si combina con los pantalones grises y botas marrones, que me quedan hasta debajo de la rodilla, pero es lo que hay.

Bajo por las escaleras y me despido de Owen y Raissa, la menor de los cuatro. Por ahora están calmados, pero en la mañana se sorprendieron mucho de que iba a salir. Estuvieron tan emocionados que me preguntaron si podían acompañarme. Obviamente me negué debido a que quiero mantener mi distancia, no quiero saber nada de él ni que él sepa algo de mí. En cuanto a mi madre y Astrid, ellas casi siempre desaparecen desde muy temprano. Supongo que mamá se va a trabajar en el jardín botánico de la ciudad; sin embargo, mi hermana... ella es otra historia.

Salgo de la casa, no sin antes de ponerme un bolso pequeño que se ajusta en la cintura y una capa azul con capucha y agujeros para los brazos. Por suerte no hay tanta gente por las calles estrechas del distrito de Madum. Me gustaría ir de frente a la feria, pero Elian me había pedido que lo esperara en la Plaza de Mary Elmer, la bruja estrellada, del distrito de Camor. A él se le hace más fácil encontrarme en ese lugar, al fin y al cabo, es como ir a la academia a pesar de ser algo lejos. Además, cerca de ahí hay varias tabernas y casas de té. Al llegar, me siento en una de las bancas que hay alrededor de la fuente con la estatua de la bruja que le da nombre a la plaza. Creo que llegué muy temprano.

—¡Askar! —saluda Elian con su mano.

Él está vestido con una capa rojiza que lo cubre hasta las rodillas asegurado con un broche, apenas se puede notar un poco del cuello de una camisa verde sobre una blanca. Y lleva pantalón, de un tono más oscuro que la capa, recogido encima de unas botas marrones con cuerdillas para ajustarlas. Se nota que su ropa es un poco cara, su camisa tiene detalles dorados en el borde de la solapa, es poco común utilizar capas con broches unidos con una cadena y  sus botas no son de cuero común.

—¿No esperaste mucho, o sí? —pregunta un poco preocupado.

—No, acabo de llegar —niego sin alguna emoción, mientras que él sonríe levemente.

—Qué alivio —suspira. —Me preocupaba que estuvieras aburrido esperándome —. Mira a su alrededor viendo las tiendas y señala al preguntarme: —¿Quieres ir a comer algo antes?

—Está bien... —acepto con algo de duda.

Nos dirigimos a una de las casas de té cercanas a la plaza. El lugar es pequeño, pero está lleno de cuadros en las paredes sin algún tema en particular. Hay unas cuantas mesas dispersas con varios modelos de sillas alrededor de cada una de ellas. Solo se encuentran dos personas conversando en una de las mesas de al fondo, la más cercana a la puerta de la cocina, y me doy cuenta de que una de las meseras está mirándonos sigilosamente desde ahí.

Nos sentamos en una de las mesas pegadas a la pared. La misma chica se nos acerca y nos entrega nuestras tazas con agua caliente, nos dice qué tipos de té hay y los acompañamientos. Ambos pedimos el mismo té de hierbas mixtas; y en cuanto al postre, él pidió un pastel de zermin, mientras yo, uno de bayas. Con su varita traslada los postres y saca de los bolsillos de su delantal, aparentemente vacíos, unas bolsitas de té, colocándolos en nuestras tazas y se retira dejándonos solos.

—Sabes, es un poco raro verte sin tu cuaderno —comento sin pensar mucho.

Elian ríe y saca uno más pequeño que el que normalmente lleva. Parece que tenía un bolso bajo la capa. No me había percatado.

Once in the Red MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora