CAPÍTULO 4: Un extraño sentimiento

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—Y, cinco —cuenta Elian el último ejercicio. —¡Lo lograste! —me felicita abrazándome por los hombros, como si estuviera colgado de mí por un segundo, y me suelta. —¡Hay que celebrar!

No puedo evitar realizar una pequeña sonrisa por la gran emoción que desborda Elian. Hace que también me alegre por poder realizar mi primer hechizo correctamente, aunque sea el más simple de todos. Ahora es cuando me siento no tan inútil, que no soy solo explosiones, que no soy un desperdicio de maná. Tal vez, sea verdad que puedo hacer más que solo esto. No voy a desaprovechar esta pequeña felicidad. 

—¿Qué vas a querer? —pregunta. —Creo que he visto una taberna a unas calles, ¿estaría bien ir?

—Eh... sí —acepto algo distraído por mis pensamientos.

—¿Qué pasa? —me pregunta acercándose de nuevo al ver que he estado mirando mucho mi mano. —¿Todavía te duele?

—No es eso, sino... es la primera vez que logro algo —explico en voz baja.

—Estoy seguro de que lograrás más que esto —asegura sonriendo de lado. —Algún día también aprenderás por ti mismo y no solo lo podrás controlar, también lo podrás potenciar. Pero, por ahora, —agarra mi hombro mirándome fijamente, —¿vamos a la taberna luego de clases?

—Sí —resoplo esbozando una sonrisa.

Él no sabe mucho de mí, ni yo de él. Sin embargo, desde el día de la feria, no he puedo dejar de realizar pequeñas sonrisas cuando estamos solos. Es como si, desde ese día, Elian pudo abrir un poco una de las puertas de la barrera que había creado. De alguna manera su presencia me relaja, aunque a veces me ponga en alerta, me desconecta de mí mismo y no logro pensar.

Volvemos a la clase y cuento los minutos que nos faltan para volver a hablar con él. Es una sensación extraña. Como si una cálida vela, que antes estaba fría, se encendiera dentro de mi pecho. Es algo cómodo y a la vez desesperante que esté tan adelante mío, solo ver su cabello alborotado y escuchar su voz como un eco. Quiero acercarme más a... No. Ante los demás soy un desconocido para él y eso está bien. Bueno, aunque creo que todos saben que debemos realizar este trabajo juntos, han pasado semanas y seguramente lo habrán olvidado. Además, no somos realmente cercanos como para demostrar nuestra reciente amistad.

Al terminar las clases, salgo inmediatamente al pasillo para esperarlo. Él frecuenta mucho a preguntar a los profesores luego de la clase, así que me he acostumbrado. Me apoyo en la pared del frente mientras que los demás están saliendo del salón como roedores escapándose de sus cazadores.

Atum, hermanito. No nos hemos hablado en mucho tiempo, ¿eh? —escucho a Astrid acercándose a mí.

Mejor lo espero en otro lado. Sin embargo, escucho dos golpes ligeros hacia el suelo y siento que algo me detiene a la fuerza. Miro hacia ella inexpresivo. Nuevamente está utilizando el báculo de nuestro padre para sus berrinches y ataques hacia mí. Si tan solo pudiera contestarle con otro hechizo, pero solo puedo llenar un vaso con agua o explotar algo. Además, parece que se aseguró que nadie estuviera a su alrededor para no malograr su imagen.

—Me tengo que ir —me quejo sin perder la calma, por el momento. —Así que suéltame, Astrid.

—¿Y si no quiero?

Detesto que ella sea fisicamente igual a mí. Su cabello castaño, tan oscuro como la noche, y sus ojos azules y brillantes como el río caudaloso de la ciudad. Que ella sea levemente más baja que yo, no es comparable el manejo que ella tiene con la magia. Es de las pocas personas portadores de báculos que puede realizar varios hechizos continuamente sin cansarse tan rápido con solo tener diecisiete años.

Once in the Red MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora