—Askar, Askar, mira esto —dice la pequeña niña de ojos azules brillantes a su hermano gemelo.
Curioso, se acerca a su lado y observa como una rosada lombriz sale de la tierra. Sonríe silenciosamente, asombrándose de aquel pequeño animal. Este se arrastraba en la sombra provocada por las plantas del jardín. Iba a entrar de nuevo a la tierra, pero la mano de la niña le impide sacándolo de ahí.
—Je, je, mira cómo se retuerce —sonríe.
—Astrid, creo que la estás dañando —comenta su hermano.
—Mmm... No lo creo —opina la niña. —Mira, está bailando de felicidad estando bajo el sol.
Askar la miraba serio. No opinaba lo mismo. La temperatura de hoy era muy alta. No había nubes que puedan cubrirlos, ni un viento frío que calme el calor. Según lo que recordaba de las indicaciones de su madre, una de ellas era no sacar a las lombrices, ya que eran muy buenas para la tierra del jardín.
—Déjala en paz, mamá dijo que no las sacáramos —interrumpe el niño tratando de agarrar la pequeña lombriz.
Astrid sonríe alejándola de él y la manipula estirando sus dos extremos como si fuera un resorte, mientras reía. Eso era lo único que no le agradaba de su hermana. Cada vez que iban al jardín comunitario para ayudar a su madre en la recolección de plantas, su hermana siempre manipulaba a un animal diferente. La primera vez, fue una cucaracha. Le dio mucho asco ver eso. Luego, una araña; le quitó sus patas, pero no se libró de la picadura. Después, una mariposa, y ahora, una lombriz.
Nunca entendió porqué sonreía al ver a los animales sufrir. Pero, a pesar de eso, seguía a su hermana donde sea. No podía acercarse a los demás niños de la misma calle por el miedo de hacerles daño, pero tenía a su hermana. Ella es la única que está a su lado y lo consuela con una sonrisa cada vez que realiza una explosión sin darse cuenta, mientras que los demás se alejan.
Llegando a casa, huelen desde la puerta un delicioso estofado preparado por su padre, quien les da la bienvenida, acompañado del hermano más pequeño. Los tres recién llegados cuelgan sus capas y entran a comer la cena, luego de un largo día de trabajo. Cada uno cuenta sobre su día, Askar oculta lo que sucedió con la lombriz, ya que no quería llevarse una reprimenda de su madre; sin embargo...
—Mami, ¿sabías que a las lombrices les gusta la luz? —comenta Astrid. —Saqué una y bailan mucho —ríe un poco recordando lo sucedido.
La madre de los niños abre ampliamente los ojos, sorprendiéndose del cómo Astrid ignoraba sus indicaciones. Voltea a ver al gemelo cómo si estuviera cuestionándolo con la mirada. En respuesta, su hermano baja la cabeza sintiéndose responsable.
—Lo siento, mamá —murmura. —Debí detenerla.
—¿Detenerme? Si es solo una —responde la mayor por unos segundos.
—Astrid, cada lombriz, cada criatura es importante para el crecimiento de las plantas —trata de explicar la madre pacientemente. —Una pequeña lombriz puede cambiar su calidad, su eficacia. Tienes que entender eso.
—Pero, le gustaba el sol —contesta de mala gana, cruzando de brazos. —Se retorcía de alegría.
—Florecilla —le llama su padre, —puede que la lombriz se haya retorcido de dolor y no de alegría.
—¿Y cómo voy a saber? —reclama la niña. —No puede gritar.
—A-Astrid —le llama su hermano temerosamente. —¿Puedes calmarte?
—Bien... —y hace un puchero.
Los padres suspiran de alivio. Al fin se había calmado. Siempre era difícil para ellos tratar con su hija cuando cuestionaba creyendo tener la razón, pero aún así consideran que es una buena niña muy obediente. Por otro lado, a su hermano lo tienen en mente para grandes cosas gracias a su capacidad, especialmente su madre.
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Once in the Red Moon
FantasyEn la antigua ciudad de Elstow, Askar, un chico de mucho poder, siempre pensó que la vida era aburrida, llena de expectativas que le era imposible alcanzar. Y al no tener sueños, simplemente vivía bajo la sombra de su hermana. Nunca se le ocurrió qu...