I Didn't Want To See You

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Había pasado casi una semana desde aquel encuentro con el asiático. Ash no podía olvidar la imagen que tuvo que presenciar por culpa de su innecesaria curiosidad y ahora, toda teoría sobre ello carcomía su mente. Tal vez eran sus amigos, sus primos, algo así, pero solo dominaba una acusación:

¿Soy una gata rompehogares?

Al instante en que ésta se sobreponía, Lynx lo desechaba. No estaba rompiendo un hogar, Eiji y él solo son amigos, y quizás lo que sentía era únicamente efecto de su obsesión por reflexionar sobre cosas inútiles. Quería evitarlo, pero no podía dejar de ponerse nervioso al recibir los recurrentes mensajes del otro. Tal estado, lo llevó a ser evasivo y contestar con demora, esperaba que el pelinegro dejará de escribir. Eso no sucedía, él no se rendía. Incluso se había ofrecido a llevarle helado o visitarlo si se sentía mal, era una ternura. Al menos hasta que se enojó por su áspera actitud y le pidió que hablen cuando esté mejor. Se odiaba por no ser capaz de decirle lo que acongojaba por su mente.

— Ash, así no debería ponerse la corbata —dijo una ronca y cortante voz.

Pero en ese preciso santiamén debía concentrase en una sola cosa.

Frente a él se encontraba un titubeante hombre mayor que tensaba su mandíbula con más fuerza al escuchar el compás del tictac. El rubio estaba ayudando a acomodar su traje preparándolo para el gran momento.

La boda de Max y Jessica había llegado como una brisa de aire fresco.

El desasosiego invadía la existencia del castaño al darse cuenta que la mujer que tanto amaba sería suya por siempre. Ash era su padrino, se lo había pedido por el eterno aprecio que le guardaba. El rubio permaneció en duda durante semanas hasta que finalmente aceptó por clemencia.

— Hombre, cálmate. No sé si vas a desmayarte por tanto sudor —bufó acomodando el cuello de su camisa dejándolo impecable.

— Esto se siente tan... —dijo para luego tragar saliva aclarando sus emociones.

— ¿Irreal? —terminó su frase— Lo sé, yo no soy el que me casaré, pero no dejo de pensar que esto es un sueño.

— Lo es... ¿Y si no soy lo que ella merece?

— ¿Qué dices? Claro que no lo eres —bromeó consiguiendo que una apenada mirada del otro aterrizará en el suelo, así que colocó una mano en su hombro— Max, escúchame porque pienso decirte esto una vez y si no lo haces, vete a la mierda.

El ojiazul lo miró con atención mientras que el menor los guiaba a sentarse en el sillón que había en aquella habitación. Ash tomó una bocanada de aire y suspiró con un ligero tinte carmesí en sus pálidas mejillas. Era difícil para él decir lo que su corazón oprimía.

— Max, sé que no lo digo, pero... Creo que eres un gran hombre —confesó— Jessica y Michael son muy afortunados de tenerte en sus vidas...

— Aslan —el mayor mientras sus azulados ojos irradiaban emoción pura.

— Yo soy muy afortunado de tenerte en la mía —lo miró fijamente— Gracias por todo.

Ash mantuvo su compostura hasta el final de la frase, su cara mostraba vergüenza y melancolía. Max quedó pasmado ante las sinceras palabras del menor hasta que, sin pensarlo dos veces, lo envolvió en un gentil abrazo mientras que el otro daba gritos alaridos intento apartarlo con todas sus fuerzas.

— ¡Sabía que no debía decirte eso! —refunfuñó.

— No debes agradecerme nada, estúpido hijo —susurró consiguiendo que el menor dejará caer sus hombros y una real alegría perfilará su rostro.

SUAVE LUZ [Banana Fish]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora